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Este fin de semana hemos tenido la oportunidad de comer un cocido madrileño sin movernos de Menorca. Es la idiosincrasia que tiene esta Isla. Los residentes de diferentes partes del país y de más allá de sus fronteras se encuentran y se hacen amigos. Ha dado el caso de comer un cocido de la capital por unos madrileños con su sopa de fideos, la carne, los garbanzos y repollo, su carne, y sus guindillas verdes que no falten para acompañar, como una hogaza de pan. Hasta me he estrenado en la ‘pringá’, algo que se hace con asiduidad en Cádiz. Mojar pan con el tocino ibérico. Mis hijos encantados de comer plato de cuchara, bien limpio que dejaron el plato. También hemos tenido ocasión de comer rabo de toro hecho por una sevillana, la madre de otro amigo ‘menorquín’. En casa de una amiga venezolana, en la fiesta de su despedida de la Isla, degustamos la confitura de pimiento rojo con queso blanco, plato típico de Venezuela. Una amiga mexicana en casa de otros amigos hizo burritos. Evidente que la paella valenciana la he dado a conocer y a degustar.

Con lo que vengo a decir que son bellos estos encuentros de cuchara por varios motivos: porque es cultural, nos abrimos a otras formas de comer, y nos asombramos. Y del plato a la vida, todo nos interesa. Su ciudad, su clima, otras comidas.

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Al tener hijos, es muy interesante darles matices en sus paladares y la relación humana mediante la palabra. Las tertulias que se hacen en torno a la mesa, aunque ellos no presten atención quedan en su memoria. Les gusta lo que comen los mayores, y eso me confirma que no hay que hacer comidas diferentes a los hijos, ni menús infantiles en los restaurantes.

Mis hijos comen lo que nosotros comemos. Puede que les gusten más unas cosas que otras como a los adultos, pero desde luego que quiero que experimenten. Por ejemplo, las especias las han probado casi todas, porque las utilizo mucho en casa como el curry, la cayena, la pimienta, el eneldo, el perejil, la hierbabuena, el orégano, el pimentón dulce, el comino. Una cosa muy curiosa nos ocurrió en un restaurante hindú de la Isla, en Ferreries concretamente. Que la camarera nos insistía en dar a comer a nuestros hijos croquetas, o pizzas, que lo ofrecían como alternativa a la comida india. Y nosotros más le insistimos en que a ellos les gustaba esa comida. Rebañaban los platos con sabores de coco y plátano y anacardos. Evidente que no escogimos los platos más picantes, pero alguno estaba sentidito y ellos tan ricamente. En este pequeño trozo de tierra Sa Roqueta, tienen los niños y los adultos sorpresas gratas gastronómicas desde las que ofrece esta tierra hasta las de fuera y de tantas culturas como hay en este mundo insólito.

@sernariadna