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Cuando las noticias políticas me llegan atropelladas por acontecimientos podría yo decir surrealistas, prefiero dejar pasar unos días. No es del todo buen consejo meter en el horno de la divulgación el pan de la noticia sin que la masa haya ni siquiera fermentado.

La dimisión de la señora Cospedal lo tomo como un serio aviso más de la descomposición del PP al más alto nivel. «Si el prior es un corrupto que no harán los frailes», como va la dirección de un partido a enmendar la plana a sus subordinados si la corrupción ha hecho metástasis, y ha contaminado a sus dirigentes. Lo de Cospedal y el comisario José Manuel Villarejo es de escándalo, un escándalo que al estilo de Cospedal lo van soltando en diferido. Pero es que hay que preguntarse en algún momento de este rocambolesco sainete, como es que el tal Villarejo ha resultado ser todo un CNI de los chanchullos él solito. En cualquier caso, no estará de más preguntarse como este oscuro personaje de las cloacas del Estado ha campado como perico por su casa, incluso entrando en la sede del PP para ver a los señores de Cospedal. Me pregunto ¿y Soraya que no se enteraba de tanta podredumbre? Y eso que tenía muy a la mano a toda la institución. Mientras tanto, el comisario enterándose de los desmanes ajenos.

Recuerdo como si fuera hoy mismo, cuando públicamente Cospedal denunciaba que el PSOE les espiaba (se refería a la dirección del PP) «la sartén le dijo al cazo, apártate que mancho». Para decir eso lo primero es tener pruebas, y luego señora, lo que un cristiano bien nacido tiene que hacer es darse una vuelta por el primer juzgado de guardia que encuentre abierto, de lo contrario, podría estar incurriendo en una gravísima acusación que al no tener pruebas, no hay por dónde cogerla, y en consecuencia, merecedora de un justo escarmiento jurídico o por lo menos administrativo. Incomprensiblemente, y no quiero dejar de decirlo, ante acusación tan grave en democracia, y sobre todo tan poco ética, el PSOE tampoco que digamos se puso hecho una hidra con Cospedal.

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Lo que son estos barrizales de la política de mal nivel. Ahora la señora se pone, entre otras cosas a razón de lo publicado, a intentar saber los oscuros secretos de un compañero de partido, nada más y nada menos, que de Javier Arenas. «Con estas amistades, señor Arenas, no le hace a usted ninguna falta perder el sueño por tener algún enemigo». Los avisados antiguos comían siempre con la puerta o la ventana frente a los ojos, única manera de tener las espaldas bien guardadas.

Lo de Cospedal, su señor marido y el tal Villarejo, estos dos últimos entrando con un coche con cristales tintados en la sede del PP, se me figura una de esas ‘desgracias’ que jamás debe de soportar una sociedad que fía su presente y su futuro en la honradez de la política. Una sociedad que a lo largo de su historia no le han faltado sufrimientos por culpa de la mala política, la increíble y vergonzosa corrupción, el inaudito prescrito, y no sé si en do menor o en do mayor, los miles y miles de aforados, que desde su aforamiento ven pasar el tiempo, que por cierto, ahora que lo digo, no falta quien diga que Cospedal se deshace del pesado fardo de cargos acumulados a su paso por la dirección de su partido, pero no deja el de diputada hasta el miércoles día 7 del mes en curso. ¡Coño! ¿Pero no habíamos quedado que eso de estar aforado era lo mismo que no estarlo? ¡Ya te veo Mateo! Al final dimite de todo, y eso como siempre le pasa a los políticos, ella tampoco tiene nada que ocultar, o sea, que dimite por nada.

Fíjense lo que son los partidos y en que acaba convirtiendo una política excluyente a sus autores. El PSOE mantiene en su puesto de ministra a Dolores Delgado, a la sazón ministra de Justicia, si bien es cierto, que nada que ver en absoluto por mucho que se empeñe el PP, con la escandalosa historia entre Cospedal, su marido y el extraño comisario.

Los partidos son muy dados a ver la pajita en la retina del partido contrario, ignorando por esa presbicia monumental que les aqueja, el pedazo de viga que llevan acuestas sobre sí mismos.