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Dilluns passat, dia 3, ha estat el Dia Internacional de les Persones amb Discapacitat, proclamat com a tal després del Decenni de les Nacions Unides per als Impedits (1983-1992).

I ara un bon amic, Jorge Franganillo, em fa a mans una ben oportuna reflexió sobre el valor de la paraula per definir persones. Vol dir-nos que no és la paraula qui defineix la persona, sinó que la persona està més enllà del capritx de la paraula.

Diu: «Me encontraba preparando una clase cuando en el transcurso de mi búsqueda he ido a parar al artículo ‘Ochenta subnormales a la calle’, publicado por El País, el 20 de mayo de 1977, en el cual puede leerse:

En este país va a haber que empezar a hablar de genocidio de subnormales por cuanto se les trata de una forma que es como abandonarlos a una muerte pronta y cierta, o algo peor’, nos decía el padre de una niña subnormal en grado de profundo, que es uno de los miles de subnormales que, en España, van a ser puestos en la calle de inmediato, arrojados de los centros donde hasta ahora se les atendía por la simple razón de que tienen más de dieciocho años. (...)

Los familiares han recurrido, pero la respuesta es que ni siquiera hay respuesta. Ante la disposición dictada no hay nada que hacer. Muchos de estos familiares son miembros de Afanias, la asociación en defensa del subnormal, pero al recurrir a la ayuda de esta organización les ha sido contestado que no se puede hacer nada.

En efecto, al menos hasta los años 70, la organización Afanias se llamó Asociación en defensa del subnormal. Yo tenía noticia de su existencia por unos papeles amarillentos que encontré por azar en la facultad, entre una montaña de material condenado al descarte. No pude evitar de fijarme en el nombre de la asociación, puesto que ya entonces tenía un tinte ofensivo.

El tiempo y la presión social consiguieron cambiar el uso de la palabra «subnormal» para referirse a personas con minusvalías, por la palabra «minusválido». Pero hubo quien entendió mal este término y creyó que calificaba a alguien «que vale menos», pese a que la etimología nos enseña que significa «quien se vale menos». Y se acabó por imponer «discapacitado», es decir, «incapaz».

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Así se ha extendido un neologismo no meditado, erróneo, errado, que debía actuar como eufemismo pero que es en realidad un adjetivo peyorativo. Porque no son, en absoluto, incapaces, ni son menos válidos. Son diferentes.

Por iniciativa de algunas de las personas afectadas se propuso entonces usar «personas con diversidad funcional», una expresión que la administración pública, siempre dada a lo políticamente correcto, no tardaría en adoptar.

Pero el Comité español de representantes de personas con discapaciad (Cerni) rechaza esta expresión porque resulta confusa, porque no refleja la realidad y porque no representa al colectivo en cuestión.

Sea como sea y en cualquier caso de discapacidad, minusvalía, diferencia, etc., los nombres que recibe este concepto ilustran la importancia de conocer el origen y la evolución de las palabras, y el significado que la sociedad les impone.

Hablando en general, se debe entender que no es la palabra quien define al objeto, sino que es el objeto quien define a la palabra y la carga de sentido y significado.»

L’esmentada organizació, Afanias, continua ben activa, i ja són més de 50 anys fent feines en favor de les persones amb discapacitat intel·lectual. El logo n’és una lletra amb un somriure tort, i sembla que el conjunt ens vulgui dir que un somriure, fins i tot en situació d’adversitat, val més que mil paraules.

Perquè més que les paraules, els interessen les persones. Perquè les persones és això que realment val.

www.bello.cat / jordibell@gmail.com