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Dicen que el tamaño no importa, pero vaya si importa. Y en población, Menorca no es más que un barrio de Palma, aunque le dé cien vueltas en orgullo, personalidad y cultura. A la hora de decidir los acontecimientos que necesitan público en masa, Menorca no puede competir.

Por eso nos han birlado la MeCup, ese torneo que llenaba la Semana Santa menorquina de niños y padres de todas las nacionalidades, llevaba a las calles un caudal de ambiente y los comercios y zonas turísticas notaban el impacto, que los periodistas, dados generalmente al redondeo sonoro, valoramos en un millón de euros.

La noticia llega en fechas preelectorales y, por tanto, es carnaza de la brega política. Qué no lo es en estos tiempos. Pero más que responsabilidades concretas en una fuga empresarial regada con dinero público, habría que valorar la actitud popular e institucional hacia este tipo de acontecimientos.

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Somos pocos y eso resulta determinante. Conocemos esta historia, en Mallorca hay menos insularidad, más planta hotelera, más instalaciones deportivas y mucha más gente.

No es el único argumento, sin embargo. Algo habremos hecho mal y lo seguimos haciendo, no es la primera pérdida en eventos de naturaleza deportiva con impacto económico. Antes se han ido a otras aguas un par de regatas porque el evento en sí y sus organizadores han sido tratados con desdén.

Todos sabemos, o deberíamos saberlo, que lo de menos es quién compite y lo de más cuántos son y cuánto dejan, además del complemento colorista y el ambiente en unos muelles solitarios casi todo el año.

El cariño popular e institucional influye, pero me da que en los últimos años ha habido en la aldea más desdén en el trato hacia este tipo de iniciativas que buena predisposición.