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Con el cambio de gobierno de la Junta de Andalucía por el tripartito PP, Vox y Ciudadanos, que preside Juan Manuel Moreno Bonilla, finalizan los 36 años del mandato socialista en Andalucía. Ahora toca «palparse la camisa» empezando por preguntarse cómo era posible que ni Chaves, ni Griñán no se enterasen ni adónde, ni cómo ni cuándo, iban a parar millones de euros, que desde su falta de preocupación en este tema es como si se hubieran volatizado, como si semejantes corruptelas fueran una cosa normal. Se puede afirmar que los socialistas no han perdido la autonomía más grande de España por casualidad, la han perdido, entre otras cosas, porque no se debe de eternizar ningún partido en ninguna autonomía, país o ayuntamiento, porque al final, se llega a la confianza, quizá más correcto sería decir a la dejadez. Otros casos anteriores son ilustrativos. No me cuesta nada recordar los años que presidió el Estado Español Felipe González. Las dos primeras legislaturas se palpaban las ganas, las buenas maneras, la frescura; sin embargo, en la tercera legislatura vino lo de Roldán, el llamado terrorismo de estado y todo un cúmulo de hechos delictuosos, de los que el presidente Felipe González manifestaba sin pudor que se enteraba por la prensa. Cuando esto pasa, lo más honesto para un político que ostenta el máximo poder que le permite la Constitución es irse a su casa.

Un hecho es ya incuestionable, los dirigentes del PP han fulminado su piedra de toque, ostentada como patrimonio de la derecha cuando ganaban unas elecciones, pero la ingeniería política aunaba los votos para aupar a otros al gobierno que ellos creían que les correspondía, diciendo que debía gobernar la lista más votada, pero la tozuda realidad daba el poder a otras fuerzas. Ahora, no gobierna desde el palacio de San Telmo la lista más votada, o sea, que donde dije digo digo diego, convirtiendo en pavesas su palabra y la honorabilidad de aquella afirmación de que debía gobernar la lista más votada, que según cómo se mire, legitimando la voluntad del votante no les faltaba razón, si bien es cierto que los pactos son posibles y que también tienen toda la legitimidad para conseguir llegar a ostentar el poder que los que ganaron las elecciones no consiguieron, pues todo estriba al fin y al cabo en sumar los suficientes votos, siempre dentro de la legitimidad.

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PP, Vox y Ciudadanos no lo van a tener fácil. Para empezar el PP deberá cuidarse muy mucho de no tener tics ultraderechistas de los que nunca han estado vacunados del todo. Prueba de ello, es que Vox se ha alimentado de sus filas, pero estando donde está el partido ultraderechista, no puede olvidar que ha sido precisamente su discurso lo que le ha dado 400.000 votos, llevándole al palacio de San Telmo, y por último Ciudadanos quizá sea el único partido del tripartito que puede bandear mejor su ideología, siempre escasamente definida. Quizá pueda ser el bálsamo entre PP y Vox frente a los presuntos desacuerdos que sin duda tendrán que darse por practicar unas políticas que según sus propuestas son tan diferentes.

Por último, cabe preguntarse cómo queda a partir de ahora aquella afirmación que aseguraba que el voto andaluz era un voto cautivo de las ayudas socialistas: las peonadas, lo de tener un jornal sin apenas ir al tajo etc, etc. Será muy interesante ver cómo maneja este asunto el señor Bonilla.