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Confundir políticos presos con presos políticos puede llevar a ver el final del juicio como Juicio Final. Demasiados han olvidado la Transición (o no la vivieron) mientras otros la tergiversan para volver a las andadas. Historia de buenos y malos. Duelo a garrotazos. Desenterrar rencores siempre beneficia a alguien y perjudica a todos. La ruptura del consenso pugna por imponerse a la reforma arduamente conseguida. Poderosos intereses en la sombra mueven los hilos.

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Como en la llamada «primavera árabe», no es recomendable confundir el anhelo de libertad con el vacío de poder. Muchos no respetan la Constitución y se creen con derecho a ignorarla. Anteponen emociones profundamente arraigadas. La voluntad del pueblo sin cortapisas legales, tan en boga últimamente, es la base de todo linchamiento. Mucho demócrata de voto y boquilla, más que de respeto a la ley y tolerancia. Alguien se beneficia de la división, azuzando extremismos, como ha sucedido en el Reino Unido, donde la mitad de la población culpa a la otra media de todos los males venideros.

Ya no votamos partidos sueltos; votamos coaliciones. No votamos programas; nos asustan con la llegada al poder de los otros. No votamos; vetamos. No hay bipartidismo pero sí dos opciones claras sobre la mesa. De la mayoría absoluta hemos pasado a la mayoría absolutista. La ciudadanía está polarizada. ¿Quién la despolarizará? Si no hay milagro, la incertidumbre seguirá.