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Debe representar una satisfacción colosal iniciar un trabajo en otra empresa y transcurridos apenas quince días en el nuevo empleo que uno tenga capacidad y autoridad suficientes como para proponer y obtener una subida de sueldo aplicable ya en la primera nómina. Basta con el simple apoyo de los compañeros de departamento, que también verán incrementados sus emolumentos, claro está, para aprobar esa subida unilateral y repentina.

En cierto modo eso es lo que sucede en muchos de los ayuntamientos españoles, tanto de capitales de provincia como de pequeños pueblos, una vez se han constituido las corporaciones. Alcaldes y concejales de todo color ya electos por sufragio popular, reiteran la curiosa práctica que consiste en elevar su sueldo de entrada como una de las primeras medidas de su gestión. En comparación con otras empresas privadas con retribuciones congeladas desde los tiempos de la crisis, supone un agravio irritante por más que la justificación sea discutible.

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Es un buen comienzo para ejercitar aquello que se conoce como la erótica del poder, o lo que es lo mismo, también la fascinante facilidad con la que los gobernantes operan con el dinero de las arcas públicas para este tipo de detalles que, en algunos casos, no lo son tanto.

En Málaga, por ejemplo, la corporación se ha subido el salario un 20 por ciento, en San Javier (Murcia), el alcalde cobrará 12.000 euros más al año por nombrar algunos casos que también se dan en Menorca sin que sean tan flagrantes.

Ejercer la política en cargos institucionales es una ocupación laboral voluntaria aunque muchos se perpetúen en ella como única profesión conocida. Ahora bien, quizás sería más apropiado que el incremento lo obtuvieran a modo de prima al final de su mandato en función del trabajo bien hecho y no antes de comenzar a hacerlo.