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El 6 de junio, cuarenta días después de unas elecciones generales celebradas el 28 de abril, el rey Felipe VI encargó formar Gobierno a Pedro Sánchez. Transcurridos tres meses, el secretario general del PSOE no ha hecho los deberes. Ha acudido al Congreso sin los apoyos políticos necesarios. La primera votación del debate de investidura se ha saldado con un sonoro fracaso y el récord del candidato que menos apoyos ha obtenido en la historia parlamentaria de la democracia. Pero es la tercera votación de investidura que pierde Sánchez, después de marzo del 2016, por lo que ya está acostumbrado.

Para quien fue calificado de soberbio por la canaria Ana Oramas y de pésimo negociador por Joan Baldoví, de Compromís, la investidura es un trámite enojoso y molesto. El doctor Sánchez sigue pensando que si ganó las elecciones el 28 de abril le corresponde formar Gobierno y punto. Pero olvida que sólo logró 123 de los 350 diputados que deciden en una votación de investidura.

El presidente del Gobierno en funciones aspira a gobernar en minoría, aplicando la geometría variable para pactar con PP y Ciudadanos -que suman el mismo número de diputados que el PSOE-, y al día siguiente con Podemos y los independentistas. Para ello reclamó hasta la extenuación a Pablo Casado y Albert Rivera que se abstuvieran, lo que irritó más al conjunto de la izquierda.

La suerte quedó echada a las 19,38 horas de ayer tarde cuando el candidato altanero llamó a Pablo Iglesias y le confirmó que no les cederá Trabajo, Hacienda, Transición ecológica e Igualdad.

El mensaje de Sánchez, dirigido a todo el arco parlamentario, se resume en me tenéis que investir porque sí . Y añadirá: "o yo o el caos" para achacar su fracaso a Unidas Podemos, ERC, EH Bildu, Junts per Catalunya y Compromís. El caos, para quien se cree ungido con una mayoría absoluta de la que carece, es que viene la derecha.