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Llega agosto mañana, mes inhábil para la Administración en general, tiempo que, por ejemplo, no computa para los plazos de oposiciones. Tiempo no ya del «vuelva usted mañana» sino del «no le quiero ver a usted por aquí por lo menos hasta octubre».

Por supuesto, sus señorías diputados y senadores, que apenas llevan dos meses puestos en escaño, son los primeros en dar ejemplo de Administración. Y no es justo que se tomen vacaciones quienes no han hecho los deberes. Los malos alumnos se pasaban el verano estudiando para aprobar en septiembre. Lo digo en pasado porque ahora el buenismo no es partidario de castigos y dice que todos, estudiosos y haraganes por igual, tienen el mismo derecho al descanso, la piscina y las copas.

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La corriente no buenista, la clásica y seria, es la que piensa que sin esfuerzo no hay premio. Y sus señorías no han cumplido su primer deber, que es el de formar gobierno una vez han empezado a calentar el sillón del Congreso. No decimos que no hayan de cobrar su nómina bien sudada por representar la soberanía nacional y su disposición indudable a trabajar por el bienestar y el progreso de la nación.

No, fuera la demagogia, lo que planteamos es que cumplan con su deber y que no valen las culpas repartidas en transversal, esa palabra que usan cada dos por tres porque les parece que suena, como sonaba Dulcinea en la mente de Don Quijote, un nombre musical y peregrino.

No han aprobado la primera lección y se abren hacia el campo y la playa, mientras seguimos con los presupuestos Montoro al que el tiempo le da razón en cuestión de números y fiscalidad. No basta tampoco utilizar el CIS para amedrentar al personal anunciando un Sánchez que se agiganta sin límites y resto queda reducido a enanitos en el gráfico de tendencia de voto. La política es -o era- más responsable.