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Hay decisiones absurdas en política, todos conocemos unas cuantas. Algunas son inocentes como colocar juegos infantiles en una u otra plaza. Otras tienen consecuencias fatales, obligan a indemnizaciones millonarias o no tienen sentido alguno.

La participación de Alaior en solitario en Fitur pertenece a esa clasificación de ideas disparatadas. La promoción turística, que esa es la finalidad de la feria de Madrid, se realiza en torno a un destino o un producto, se venden los encantos de la Costa Verde o la Feria del Pulpo de Lugo.

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Me da que Alaior no cumple ninguna de esas condiciones y que la iniciativa responde a un voluntarioso y bienintencionado apoyo al sector turístico desde una perspectiva equivocada. Lo que menos le interesa a alguien que viene a tomar el sol a Son Bou o a comer una caldereta de langosta en Fornells es a qué municipio pertenece la primera o si el segundo tiene ayuntamiento o no. Lo importante es que la playa siga espectacular y la caldereta sea genuina. Luego viene el ‘ya que estamos’ demos una vuelta por mercadillos, jaleos, pueblos y talayotes. Menorca tiene una dimensión breve, todo está al alcance de todos.

Hace cinco lustros recorrí en bicicleta el Camino de Santiago, entre Roncesvalles y la capital compostelana con mi amigo Juan Manuel. Recuerdo que algún municipio del Camino como San Andrés del Rabanedo ofrecía una guía con los encantos de su pueblo, cerquita de León. Nos tocó dormir allí y cenamos cecina, pero no por el folleto municipal. Si lo recuerdo desde entonces es por lo absurdo que me pareció. Tampoco teníamos previsto escuchar un hermoso concierto en la iglesia de San Tirso en Sahagún, nos lo encontramos de camino.

Si los turistas vienen a Menorca darán una vuelta por el bonito pueblo que se alza sobre la colina. Pero no vendrán a Alaior y de paso visitarán Menorca.