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Lo hemos hablado muchas veces, pero no debemos bajar la guardia ni un poquito: cuidado con el otoño, queridos lectores, porque puede ser complicado y duro, y nos puede hacer sentir más inútiles que una pelota de golf verde. Con los días más cortitos y los primeros vientos, lo de las lluvias está por ver, solemos encogernos de mala manera, nos ponemos melancólicos y la melancolía puede llevar a la ñoñería, la ñoñería a la insatisfacción patológica y la insatisfacción patológica a la temida depresión (Hay que ver, la última sentencia ha quedado muy del maestro Yoda cuando decía aquello de que: «El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio…» es lo que tiene ser de la generación Darth Vader, nada que envidiar a los millennials).

Sé que las cabezas de algunas personas están mal ajustadas, como los ‘colgaos’ que intentan imitar al Joker, el mejor personaje de DC cómics con diferencia. En cines del país del Tío Sam han prohibido ir con caretas, y han aclarado que la película es una ficción -reiteración de la obviedad- y no una apología de la violencia. Hay que ser imbécil para culpar a la ‘peli’ de algo cuando es la sociedad la que está volada. El actor protagonista de la cinta, Joaquín Phoenix, lo ha dicho muy clarito: «No podemos echar la culpa a las películas por un mundo que está tan jodido que cualquier cosa puede servir de detonante».

Claro que sí Joaquín, hay hordas de trolls alimentando el odio y la mala sangre de forma interesada, y luego ponen el foco en una ‘peli’, un libro, o un tuit para culparles de cualquier mierda. Pues a los hijos de Trump se la trae floja las reflexiones con criterio, y han puesto al FBI a perseguir por Internet cualquier referencia que se escriba sobre el «Joker». En cierta manera da entre gustito y acojone el pensar que este artículo lo va a leer algún federal, ojala sean Mulder y Scully, los de «Expediente X», puestos a vivir en un mundo de ficción que nos dejen elegir.

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A pesar del nivel mental de algunos, y a pesar de los disparadores de odio profesionales que pululan por las redes, debemos mantenernos lo más cuerdos posibles, cualquier atisbo de estrés lo debemos cortar de raíz, porque seguro que no trae nada bueno. Miren lo que le pasó a la mujer israelí de 60 años que en una boda confundió el wasabi con el guacamole y se metió la pasta verde muy picante de Japón como si fuera una deliciosa pasta de aguacate para acompañar nachos. A la pobre mujer se le partió el corazón literalmente, «síndrome del corazón roto» le llaman los médicos, y estuvo muy malita. Confirmado, las prisas no valen ‘pa na’.

No tengo ni idea de cuál es la fórmula para evitar la bajona, eso se lo dejamos a Bukay y a Coelho. Este tipo de libros me dan más repelús que las tazas de Mr. Wonderful con mensajes del tipo: «Que cada día te pille dándolo todo», ¿en serio?, y si esa taza se la compra un tarado de Texas después de ir a ver el «Joker», ¿qué hará el FBI, prohibir la película, o mandar la destrucción de todo el merchandinsig Mr. Wonderful? Sería poético ver tantos unicornios de cerámica destrozados.

Pero a pesar de mi no inclinación por esa literatura, si algún día me animo a leer un libro de esa temática, me decanto por el de Mark Manson «El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda». Es un libro que se autofagocita, porque si funciona te importará una mierda el propio libro y eso mola. Sin formulas mágicas, aunque imagino que compartir birras con los amigos, ayuda y mucho. Feliz jueves, también en otoño.

conderechoareplicamenorca@gmail.com