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Para mi tengo que hay cosas que además de curiosas resultan muy sorprendentes, como pasa con la Bula que dictó San Pío V, el Papa que prohibió las corridas de toros en el año 1567. Aquella Bula papal no era una bula más, ya que en ella se dice que excomulgaba a quiénes organizaran o asistieran a festejos taurinos.

Cómo sería la cosa que el mismísimo Rey Felipe II mandó emisarios a Roma para ver que el Papa derogara la excomunión. San Pío V no se avino a la solicitud del monarca más poderoso del mundo por aquella época. Por contestación le hizo saber que la excomunión de aquel Papa era a perpetuidad, y que además no podía ser derogada jamás, de lo que cabe deducir que 452 años más tarde, la excomunión de San Pío V sigue teniendo el mismo efecto que si hubiera sido dictada ayer jueves.

La Bula de San Pío V (1566-1572) principia con estas palabras San Pío V: Bula «De salutis Gregis Dominici» 1567.

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Gregorio XIII en 1585 y Clemente VIII en 1596, suavizaron la prohibición, excepto para los clérigos. Entre mis libros sobre la tauromaquia, además de tener entre otros El Cossío completo, tengo uno muy curioso cuyo título es «Los curas toreros». Bueno, pero a lo que estábamos, los toros fueron también prohibidos en el Concilio de Trento. La Bula de San Pío V fue promulgada el 20 de noviembre de 1567, y prohibía los espectáculos taurinos bajo pena de excomunión.

Aquel Papa dejó otras muestras de su fuerte carácter cuando fue el primer Papa en utilizar la sotana blanca. Un día estaba mirando la fabulosa obra del gran Miguel Ángel conocida como el Juicio Final y no le pareció muy decoroso lo que veía, de manera que mandó tapar los genitales de los protagonistas. Esta obra se puede ver en la Capilla Sixtina. Tampoco le tembló el báculo papal a la hora de excomulgar nada más y nada menos que a Isabel I de Inglaterra.

Como el lector comprenderá la época a la que hacemos referencia poco o nada tiene que ver con la actual, todo y que la severidad que la excomunión papal por asistir a una corrida de toros en España, debo decir que pasó bastante desapercibida. Tampoco en 1567 una corrida de toros era en su aspecto festivo ni de lejos parecida a cómo son en la actualidad. Por aquellos años se llamaba «correr cañas», solían participar los nobles, incluso a veces los propios reyes que lanza en ristre alanceaban a un astado, gustando que fuera de buidos pitones para mayor gloria del rey que se aventuraba en ese menester. Supongo que debió ser una industria peligrosa, sobre todo para los caballos, toda vez que el peto que ahora les protege, no fue inventado hasta la primera mitad del pasado siglo a razón de una corrida en Aranjuez presenciada por Primo de Rivera, que viendo como los toros corneaban a los pobres caballos de los picadores, mandó se confeccionasen un peto que les protegiera.

En la época de San Pío V «correr cañas» debió de ser por lo menos en cuanto a caballos, una carnicería, que no me extraña que aquel Papa prohibiera, lo que ya me parece menos en razón, es que la tal prohibición papal viniera acompañada de una excomunión a perpetuidad, sin poder ser derogada jamás. Bien es verdad que con el tiempo, una muerte en la plaza por asta de toro, es afortunadamente casi anecdótica, dándose muchas más muertes en la temporada de la caza con el ejercicio de la misma o en la recogida de los percebes.