No hay nada más incómodo que el sonido de un teléfono móvil cuando estás en un lugar que requiere silencio. Lo es para quien lo escucha y normalmente para el autor del descuido, que se ha olvidado de silenciar el aparato, aunque hay quien no se siente para nada avergonzado e incluso se entretiene mirando sus mensajes. Si la cuestión del móvil, de las lucecitas, los bips, vibraciones y músicas varias ya es una lata en el cine -por no hablar de que los conciertos en directo ya no puedes verlos si no es a través de la pantalla de las personas que tienes delante, porque todo el mundo tiene que grabar algo-, es mucho peor en el teatro. Ahí no solo estás molestando al resto del público sino también a los actores, y se pueden incluir por supuesto otras disciplinas, bailarines, músicos o monologuistas, da igual. El teatro es en vivo y en directo, un concierto también, se está creando, sus protagonistas requieren la máxima concentración, porque no hay nada enlatado. Es una doble molestia, hacia los vecinos de butaca y hacia los profesionales que están sobre el escenario.
Vía libre
En modo respeto
03/12/19 0:00
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