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Todas las asociaciones protectoras de animales refuerzan estos días su mensaje de no regalar perros y gatos en las fiestas navideñas. Son firmes candidatos a acabar, sobre todo cuando dejen de ser graciosos cachorros, en una fría jaula de una perrera, esperando una adopción que en ocasiones tarda meses e incluso años en producirse; con suerte saldrán, aunque no sea la adopción definitiva, gracias a una de esas familia de acogida que en muchos casos ya dan más espacio, tiempo y cariño del que tienen y ayudan a aligerar la carga de los centros públicos de animales abandonados. Muchos ya forman parte del voluntariado de las mismas entidades que ahora ruegan que perros y gatos no se regalen, y menos como obsequio sorpresa a quien igual no lo desea.

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Algunas asociaciones van más lejos. Una protectora de Pontevedra ha prohibido directamente que se adopten cachorros en sus instalaciones en esta época del año, como medida drástica para evitar la compra impulsiva, especialmente por padres que quieren contentar la petición de sus hijos pequeños. Porque la decisión debe ser meditada y antes, hay muchas preguntas que necesitan respuesta, como recuerdan también los veterinarios. Las principales son si se dispone de espacio, tiempo y dinero: para darle unas condiciones de vida adecuadas, para pasear, jugar, educarle, y primordial, para afrontar los gastos en alimentación y salud. Es evidente que no nos hacemos esas preguntas ni las respondemos, cuando todavía somos uno de los países a la cabeza en número de abandonos de mascotas. En Menorca han sido 198 perros y 111 gatos abandonados en el Centro de Acogida de Animales hasta noviembre, porque las entradas continúan, y de ahí la importancia de concienciar en estas fiestas de que las mascotas nunca pueden ser un regalo, sino compañeros de años, que nos traerán alegrías y también obligaciones.