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A estas alturas del combate, hemos perdido la batalla. El margen de maniobra que nos queda para cumplir esa lista de propósitos que nos habíamos puesto ese lejano 31 de diciembre para el Año Nuevo se ha esfumado como el último polvorón de la mesa. Engullido con una voracidad atroz. La vida, que no perdona, y el tiempo, que no espera por nadie.

Así que aquí nos tienes, amigo lector, más viejos, un pelín más gordos y, por qué no decirlo, un poquito más perezosos. Redactando la enésima carta de despedida del año e intentando ajustar las pretensiones a lo que buenamente se puede hacer. Ya tenemos claro que no vamos a ganar un ‘Pulitzer’, aunque por otro lado creo que nunca lo quisimos con suficientes ganas, por lo que nos tendremos que confirmar con la medalla de bronce en la competición que tenemos en casa sobre quién escribe mejor. Me queda mucho para igualarme a mi hermano y, muchísimo, para ni siquiera llegarle a hacer sombra a mi madre.

Alguna vez escribimos, que queríamos ser futbolistas profesionales ¿te acuerdas? Creo que fue entre cerveza y cerveza y así nos fue. Tampoco creo que curemos el cáncer, lamentablemente, ya que nos viene justo curarnos cuando cogemos un catarro. Lo adelgazar todavía lo veo factible, aunque la industria no nos lo ponga fácil haciendo cosas que son cada vez más sabrosas y proporcionalmente menos sanas. Yo le pongo empeño, te lo prometo, pero la bollería juega mejor sus cartas.

Mira si he sido vago este año, en cuanto a propósitos y despropósitos, que me había planteado la opción de empezar a fumar para luego dejarlo. Ni lo uno, ni lo otro. ¡Qué desastre!

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Visto con perspectiva, aunque no haya cumplido todo lo que me propuse, puede presumir de que ha sido un buen año. Supongo que me habré centrado en otras cosas que me han ido saliendo y, por eso, he aparcado las que tenía previstas. Por ejemplo, en este tramo final he empezado a ver más a mis amigos y a hacer menos cosas que no me apetecen.

Sigo viajando, aunque me aterre la idea de meterme en un avión, por lo que podría presumir de que no me he dejado gobernar por ese miedo. Ojalá este 2020 siga manteniendo el terror a raya.

En este 2019 ha habido despedidas, ha habido «hasta luego» y también «¡qué placer conocerte!», como los habrá en 2020 y como los hubo en 2018. El camino es suficientemente largo y ancho para que lo compartamos, o no, sin temor a molestarnos.

En realidad, si te soy sincero, para este año que entra rebajaría mis pretensiones al máximo, hasta el punto de pedir, muy por favor, que me quede así como estoy, con lo que tengo que para muchos no será nada pero para mí, es mucho más de lo que imaginaba. Feliz 2020…

dgelabertpetrus@gmail.com