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¡Advertencia! Este artículo ha sido escrito en horario no infantil y contiene trazas de cruda realidad que pueden herir la sensibilidad del lector. Por lo tanto mantengan alejados a los niños-tarea sencilla, ya que los chavales se informan poco en general, y los pocos que lo hacen se miran YouTube antes que un periódico- y a los adultos de piel sensible que pertenecen al club de los ofendiditos oficiales, eso seres que solo quieren escuchar a los que piensan igual que ellos y quieren censurar a todos aquellos que dicen lo que no quieren escuchar. Si se saltan esta advertencia no me hago responsable de los posibles sofocos, o alteraciones del ritmo cardiaco que pueda causar.

Ojalá Baltasar fuera gay. Ahora si son tan amables, queridos lectores, permítanme que me explique. Llevamos ya varios años advirtiéndole al rey mago negro que no venga, que se quede en casa, que su vida corre peligro si se deja ver por el viejo y achacoso continente, una Europa que se aleja a pasos de gigante del sueño de Kant, para caer en el lado oscuro de la fuerza trasmitida por seres siniestros que llevan por bandera la xenofobia, la misoginia, la aporofobia, el autoritarismo, el clasismo y la homofobia más lacerante. Así que imagínense que entra en las casas de estos seres un señor negro, que viene de Arabia, y además es abiertamente homosexual, les explotaría sus malvadas cabezas en cero como segundos, porque no podrían digerir que sus rancios valores de los siglos de Inquisición se vieran alterados de esta manera.

Por lo tanto, ya vale de esconderte Baltasar, encabeza tú la cabalgata, luce con orgullo la única corona de rey que merece respeto, que nadie olvide que durante años has sido el rey favorito de millones de niños, disfruta con cada polvorón, cada trozo de roscón, y cada vasito de vino que los niños dejan en sus casas para que mágicamente les traigas un regalo, y dale a tu camello de beber del bol que con sumo cariño dejan los infantes al lado de tus viandas, vamos, que no te cortes ni un pelo en defender lo que es tuyo le pese a quien le pese.

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Y si Baltasar viene y se corta con una concertina, o es detenido en un oscuro calabozo, o es apaleado por un grupo de neofachas disfrazados de patriotas al grito de «puto moro» o «puto negro», los culpables de sus males seremos nosotros, los que callamos, los que otorgamos, los que cobardemente miramos para otro lado cuando en una conversación de bar, o en una sobremesa, o en algún estúpido wassap, un descerebrado suelta chorradas contra los negros, los inmigrantes, los homosexuales, o las mujeres que sufren la violencia machista más abyecta.

No dejemos que este continente que vio nacer la Democracia olvide a Rousseau, porque el hombre es libre por naturaleza, y esta libertad no otorga ventajas o desventajas para que alguien decida machacar a otro; ceder a la fuerza bruta nunca es voluntario, luego no es consecuencia de un derecho. Así que no nos vendan la moto de ‘sus derechos’ cuando nos quieren meter a palos una sociedad de mierda en la que nosotros no creemos.

Me despido Baltasar diciéndote que te espero porque te necesito, tú eres de los pocos hilos que me unen a la infancia, a la inocencia y a la magia, y me resisto a perderlo porque quiero que todo siga teniendo sentido. Y diles a Melchor y a Gaspar que si algo te enseña la vida es que nunca, pero nunca, nunca, se debe dejar a nadie atrás. Voy preparando trocitos de roscón, una copita de vino y el bol con agua, que se hace tarde. Feliz primer jueves del año.