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A partir de este mes de enero la ley prohíbe en California la discriminación por llevar el pelo a lo afro, peinarse con trenzas o raparse alguna zona de la cabeza. Se trata de una ley estatal que ha firmado el gobernador Gavin Newsom, respondiendo a una reivindicación de los colectivos negros e hispanos entre otros.

Este tipo de discriminación era hasta ahora frecuente en los lugares de trabajo, en las escuelas y hasta en competiciones deportivas de los Estados Unidos, como lo ilustra el ejemplo de que en diciembre del 2018 y en New Jersey, un árbitro ordenó a Andrew Johnson, un luchador negro de 16 años, que se cortara las rastas si no quería perder el combate. El árbitro presenció el corte y solo concedió la victoria cuando la longitud del pelo le dejó satisfecho. La ley protege ahora casos como estos, puesto que abundaban los empleados negros a quienes se les negaba el trabajo o la promoción debido a la forma en que decidían llevar el pelo, y hasta eran despedidos, así como muchos niños negros eran enviados a casa desde la escuela porque su pelo era considerado una distracción para otros escolares.

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Esto me recuerda que desde los años sesenta la longitud del pelo ha sido poco menos que una reivindicación generacional. Cuando los Beatles comparecieron ante la prensa en América, los periodistas preguntaron en rueda de prensa si pensaban cortarse el pelo, que llevaban bastante largo para las costumbres de la época, a lo que George Harrison contestó que se lo había cortado el día anterior, y se produjo una carcajada general. Por esa época en España regían todavía usanzas autoritarias, pese a que las costumbres se habían adaptado a la llegada del turismo. Los jóvenes que decidían dejarse el pelo largo se enfrentaban a la desaprobación de sus padres, alguno de los cuales intentó incluso cortarle las melenas a su hijo mientras dormía, como si de Sansón se tratara, y hasta las chicas cuando veían pasar a los melenudos decían: «Ahí vienen las niñas». Se auguraba la calvicie a todos los melenudos, lo cual no ha resultado ser profético, y se les tildaba de pasotas y chicos ye-ye.

En esas estábamos cuando se produjo el movimiento hippie y a las melenas se añadieron las barbas; la cultura hippie quedó, precisamente, reflejada en el musical «Hair», una ópera beat que incluía entre sus supuestos el amor, la paz, la libertad sexual o el uso de drogas, además de desnudos integrales de todos sus actores porque como dicen por ahí allà on hi ha pèl hi ha alegria.