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El «Quadern gris» de Josep Pla empieza así: «1918, 8 de març - Com que hi ha tanta grip, han hagut de clausurar la Universitat.» Qué curiosas reminiscencias después de tantos años. La salud pública está de máxima actualidad otra vez, alterando vidas, eventos y economías. Solo cuando algo deja de funcionar, se hace patente el milagro cotidiano de su funcionamiento. Todo lo que afecte a la interacción humana tiene su dramatismo y su comedia. Circulan muchos memes sobre el coronavirus. La gente se cachondea para quitarle hierro al asunto. Pero los casos de contagios aumentan y causan natural preocupación, a pesar de los mensajes de las autoridades pidiendo que no cunda el pánico. Pero te vuelves más aprensivo que comprensivo. El tema afecta a uno de los pilares psicológicos de nuestra sociedad: la sensación de seguridad que nos hemos construido con tantísimo esfuerzo. Una sensación que puede ser falsa o engañosa, pero que produce un alto grado de bienestar, confianza, tranquilidad. Incluso se nos suben los humos y nos sentimos invulnerables. No comprendemos que antes, lo habitual era el riesgo y convivir de manera espontánea con la incertidumbre. Éramos más toreros que oficinistas. Sabíamos que la vida es frágil; la belleza, fugaz; la experiencia es un grado y la felicidad no se compra.

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