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Un año cualquiera, más de 50 años atrás:

Recuerdo el olor a cáscara de limón. Parece que veo a mi madre que se dispone a hacer los dulces y pastas para Semana Santa .

El Domingo de Ramos tenía una mezcla entre lo pagano y lo religioso.

Todo el mundo estrenaba algo, se ponía sus mejores galas. Ya lo decía el refrán:

“ Quien no estrena el domingo de Ramos, no estrena en todo el año”.

En la misa, el evangelio de aquel día, llamado “la pàssio“ era de larga duración y se escuchaba entero y puestos en pié; se aseguraba que quien aguantaba la lectura de pie sin cansarse no tendría dolor de espalda cuando en verano segara el trigo.

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"A ver a que hora vienes, que tenemos que ir a la procesión" dijo su esposa cuando Julián se calzaba las botas de campo sentado en el pie de la cama.

No te preocupes mujer, que solo voy a dar de comer a los animales”, dijo con su ya temblorosa voz mientras besaba la mejilla surcada de arrugas de la mujer.

Es Domingo de Ramos y ese día, como todos los años, Julián y su esposa asistirán a la procesión de la bendición de las palmas. Los niños de la catequesis, risueños y traviesos, recorrerán las calles, con ramas de olivo o palmas en las manos, abanicando el viento.. Todo el pueblo, jubiloso, aclamará a Jesús como un rey entre cantos y loores . Muchos lo reconocían y lo volverán a hacer con fe y esperanza cantando : ¡HOSSANA¡ ¡HOSSANA¡

Julián, detrás de su rudo aspecto de anciano agricultor agrietado, se conmueve con los cánticos de los niños, y sus ojos se llenan de lágrimas contenidas: ¿seremos como las hojas de palma, que se doblan según les da el viento, que nos dejamos llevar, que olvidamos pronto nuestros compromisos? –piensa Julián mientras pellizca la cara a Pablito, que va en la procesión de las palmas con sus amigos-.

Pablito es el hijo de su vecino Pablo. Tiene no más de ocho años y le apetece mucho ser “carapucho”; el problema es que no sabe por cual decantarse pues le gustan todos.

En la catequesis, le han explicado que el Jesús que había sufrido pasión en Semana Santa y que morirá en la Cruz para salvarnos a todos de nuestros pecados, es aquel Niño que nació en Belén y que durante su vida anterior había estado ayudando en el trabajo a su padre que era carpintero. El se acuerda muy bien de haber visto en los Dioramas de los Pesebristas, uno en el que Jesús en su infancia ayudaba a su padre que cortaba madera con una sierra. Pablito veía en él a su amigo fiel, a alguien cercano. Dios era un niño, como él. Su amigo Jesús le confortaba cuando estaba triste, o cuando tenía miedo y por eso todos los años se situaba delante, junto al estandarte guía, para ver su salida.

De repente se produce una agitación general; las pocas colillas que brillaban al consumirse caen al suelo; reina la expectación y el silencio. Allí, al lado de las puertas quejumbrosas del templo, espera impaciente Eugenia. Todos en el pueblo conocen a la Eugenia. A sus ochenta y pico años seguía yendo cada Domingo de Ramos a la puerta de la iglesia para ver salir al Cireneo ayudando a Jesús a llevar la cruz. Tras el cancel, empieza el vacilante caminar de Jesús con la Cruz a cuestas.

Eugenia se pespuntea la frente al santiguarse con su mano seca y tortuosa como de raíz de higuera por su artritis. Jesús salía con la mirada baja, con una soga al cuello y agarrando un pesado madero . Lentamente, con la rodilla flexionada e inclinado hacia delante por el peso, va girando el Nazareno, alejándose entre lirios y claveles.

¿De qué te acusan, Nazareno? ¿Cuál es tu pecado?

Pero sus labios sellados solo aciertan a decir: amaos unos a otros como yo os he amado. La Eugenia llora porque piensa que hasta en eso le hemos fallado.

La imagen de Cristo , resignado en su silencio, sumido en la turbación y el miedo, vigilia y reza. La amargura de sentir de cerca que llega el final le hace sudar dolorosas gotas de sangre. Sus amigos se han dormido. Ahora está solo. Sólo los olivos centenarios de Getsemaní son testigos.

¿Por qué te abandonan, Nazareno? ¿Dónde están los que te aclamaban con ramos y palmas? ¿ Porqué te han abandonado Nazareno?

En el sufrimiento, blancos, morados, verdes, negros, rojos, azules y pueblo, acompañamos con oración a Jesús en tormento y reflexionamos: la agonía de Jesús sigue hoy en nuestros hermanos enfermos, en los que están solos, marginados, explotados, abandonados, en los hospitales y en los geriátricos.

Parte del pregón de semana Santa en Mahón en marzo de 2012