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Viendo lo volátil y contagioso que es el coronavirus, fuerza es considerar a los profesionales de la sanidad como trabajadores/as de alto riesgo, siendo de justicia que sea la suya una profesión que debería estar primada con un plus de peligrosidad. Fíjense en qué condiciones han estado y están trabajando algunas de esas personas. Una doctora no podía reprimir las lágrimas cuando confesaba que «todos mis pacientes se me han muerto».

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No es la primera vez que un virus causa en fechas concretas un gran número de víctimas. El año pasado por ejemplo, a consecuencia de la gripe estacional causaba en España 6.500 muertos y hubo 800.000 afectados. Algunos cifran entre 150.000 los fallecidos a nivel mundial, otros los dejan en 650.000. En cualquier caso, es el de la gripe un patógeno gravísimo que no falta a su cita todos los años más o menos por las mismas fechas, cuya vacuna debe de ser anualmente corregida, porque el virus de la gripe muta. A finales de 1974, un brote de gripe común fue la causa en Bilbao de más de 400 muertos. A pesar de que los profesionales de la salud lo saben, luchan con todo su coraje y toda su entrega contra un enemigo del que no ignoran sus dramáticas consecuencias ni sus síntomas más o menos repetidos, pero estos valientes están siempre ahí, para cuidar la salud de todo el país, arriesgando la suya propia. Creo que merecen que su profesión sea remunerada con un plus de peligrosidad y entrega. Mientras tanto, vaya por delante por lo menos nuestro reconocimiento y nuestro cariño.