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¿Como están queridos lectores? Imagino que más que hartos del arresto domiciliario. Necesario o no, la cosa ya se está haciendo bastante cansina. Y si se hace pesadita para los privilegiados que tenemos un patio y seguimos yendo a currar, por eso de que ahora somos los esenciales, imagínense para las miles de personas que viven en casas muy pequeñas y además se han quedado sin curro o han tenido que cerrar su negocio. Uno se siente como el burro al que le ponen el palo con la zanahoria, las contradicciones e incertezas son muchas, y si además le sumamos la nula aportación de los creadores de bulos y de los buitres que canjean muertos por votos, el panorama pinta peor que una velada en casa de Bertín Osborne con Aznar, Felipe González y Rosa Díez de invitados (perdón por tan grotesca imagen).

Se habla mucho de la vuelta a la normalidad, pero lo cierto es que la normalidad para muchísimas personas era una mierda tamaño campo de fútbol. Porque estábamos más que acostumbrado a ver con normalidad la creciente desigualdad entre la riqueza obscena y la pobreza más lacerante. También veíamos como normal el consumo desaforado, o la destrucción rabiosa del planeta contaminándolo con saña. Algunos incluso aceptaban como normal la creciente xenofobia, la homofobia, la misoginia y el auge del fascismo.

Joder, claro que yo quiero volver a mi normalidad, porque tengo curro, porque pago mis facturas sin agobios, porque vivo en una casita más que digna y en la maravillosa isla de Menorca. Por eso mismo es de primero de derechos humanos el desear que todo el mundo regrese a una normalidad digna, quien no lo hace pierde las trazas de empatía que nos distinguen de las alimañas sin escrúpulos. ¡Uy!, vaya, por dios, me he calentado con el calificativo y ha quedado algo bronco. Digamos, más a lo Ned Flanders, que a los que no les importa el sufrimiento de los demás son malas personitas a las que dios les dará unos azotitos cuando lleguen al cielo.

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Creámonos, aunque sea por un breve momento, que a partir de ahora todos hemos aprendido que no se puede hacer negocio con el cuidado de las personas mayores, y por supuesto que la Sanidad tiene que ser universal y atender a todos los pacientes sin pedirles su tarjeta de crédito, y… Esperen un momento, regresemos de utopialandia, resulta que la Comunidad de Madrid ha despedido a los sanitarios de refuerzo que luchaban contra el puñetero virus. Pues sí que ha sido breve el momento.

Vaya tela, mira que nos hemos puesto intensos en este articulito. Parece que va haciendo mella tanto recorte de libertades. Así que acabamos con un hecho esperanzador. El viernes pasado el farmacéutico de mi pueblo se puso muy contento porque tres personas fueron a comprar preservativos. Díganme si no es un chute de optimismo en medio de esta pandemocracia que algunos mantengan la libido bien alta. Un aplauso y les presento mis respetos.

Y cerramos de nuevo con una duda que me persigue de la cama a la cocina por todo el pasillo, y a la que no doy salida porque no puedo pasear como hacían los filósofos de la Antigua Grecia para aclarar sus ideas. Desde el punto de vista calórico un vaso de cerveza (una de las bebidas más antiguas del mundo) equivaldría a 50 g de pan, 150 g de patatas, 1,5 unidades de huevos, 90 g de carne, 150 ml de leche o 12,5 ml de aceite, a parte del efecto euforizante que le da el mágico lúpulo, con estos datos ¿cómo la pueden catalogar como producto no básico? Feliz jueves de resistencia.

conderechoareplicamenorca@gmail.com