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Un riesgo que nos podría llevar a un retroceso absoluto, posiblemente con más víctimas que en la situación actual. Dicho más claramente, no es para nada aconsejable actuar como si lo del virus fuera ya agua pasada, porque seguimos teniendo todos los días un altísimo número de víctimas. Conviene no olvidar que un solo contagiado en un mes contaminó a todo el planeta. Si al gobierno se le ocurriera por no poder aguantar la presión a la que está siendo sometido, tocar arrebato permitiendo de nuevo la libre circulación de ir y venir de una autonomía a la otra, y las aglomeraciones que se forman de ordinario y por todo ello sufriéramos una fuerte regresión, a la oposición le faltaría tiempo para poner en marcha ese ejercicio que tanto les entusiasma del «acoso y derribo» sin contemplaciones.

Por otro lado, si el gobierno persiste en la línea de la prudencia sanitaria, el desastre laboral y financiero está garantizado, donde se agravará aún más de lo que ya está el tema de las pensiones, que si era de por sí una china en el zapato de cualquier gobierno, la situación actual no ha hecho otra cosa que agravar aquella situación, cuando lo que los pensionistas necesitan y es lógico que tengan es un futuro sin el sobresalto de que el gobierno de turno encuentre algún motivo para no mantener el poder adquisitivo de las pensiones.

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Quiero decir que haga lo que haga el gobierno la oposición está convencida que es ahora o nunca, porque saben en cualquiera de los casos van a encontrarse con un país maltrecho, una población que solo necesita que la empujen un poco, que la jaleen para culpar a un gobierno que está entre la espada y la pared, y que sabe que podría tener que pagar en las urnas por ello a pesar de estar haciendo lo mismo que otros gobiernos europeos, y que en la España del sentido común, también estaría haciendo la oposición, que dicho sea de paso, está perdiendo una ocasión de oro, una ocasión histórica para apoyar, para dar ánimos en vez de emponzoñar y escupir odios y amenazas, sin otro criterio que el de socavar la estabilidad gubernativa. Es muy triste que al hecho de padecer la desgracia de una cruel pandemia, le acompañe una acción política capaz de todo por un puñado de votos. Imaginen por un momento que el actual gobierno tiene que entregar la gobernabilidad del estado y al cabo de tres meses, Dios no lo permita, un covid-19 igual o aún más letal que el que padecemos asoma la patita, ya me dirán con qué cuajo podría solicitar el nuevo gobierno a la oposición un plus de comprensión.

Convivimos en un estado de hechos caóticos, donde la covid-19 está dejando al descubierto la podredumbre humana en aquellos por ejemplo, que ponen en la puerta de una casa: «fuera de aquí rata contaminadora», porque allí vive una valiente y solidaria trabajadora de un hospital, o esos otros que les ha dado lo mismo romper el confinamiento como si no hubiera más días durante el año para hacer una barbacoa, o esos 73 grupos que hicieron botellón en Madrid y fueron denunciados por ello. Tenemos aunque cueste decirlo, personas que no guardan ningún respeto por los sanitarios que luchan como jabatos jugándose la salud y hasta la vida, y mientras ellos pasándose por el forro el mínimo respeto y la mínima prudencia exigida, como cuando la oposición no duda en decirle al presidente del Gobierno en sede parlamentaria «en política se puede hacer de todo menos el ridículo». Esta frase según mi archivo la dijo el Sr. Tarradellas, Sr. Casado. La vulgaridad siempre fue una epidemia para la que el hombre aún no ha encontrado la vacuna.