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Al pan, pan y al vino, vino. A la sal, sal y al queso, queso. El gobierno Sánchez se formó uniendo votos de una amalgama de partidos de extrema izquierda e independentistas, cada uno con sus propios objetivos. Condicionando a un presidente narcisista y ambicioso, con tics autoritarios disfrazados de bellas palabras, Podemos se comió a Izquierda Unida y al PSOE. Triunfa la política sectaria, mientras atravesamos un estado de alarma a causa de un virus. Un aspecto inquietante es la merma progresiva de libertades y un intervencionismo creciente. Lo fácil es cerrar los ojos y negar la evidencia. Estamos demasiado acobardados y absortos en nuestros problemas y en un futuro precario. Nos hemos dejado atrapar por el burdo esquema de dividir al país en dos bandos. Y los errores se pagan.

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Miguel Hernández escribió un poema que empieza así: Para la libertad sangro, lucho, pervivo. El poeta fue víctima, como tantas, de una Guerra Civil. Parecía que se habían cerrado las heridas cuando vencedores y vencidos se dieron la mano para garantizar un futuro común. Pero llegaron desenterradores para revivir funestos rencores. Y como un virus, su propagación deteriora la paz y la convivencia. Es fácil abrir la caja de Pandora. Ahora se pretende controlar la información, la justicia, la economía... Sufriremos las consecuencias del duelo a garrotazos.

El poema acaba diciendo: porque soy como el árbol talado que retoño: aún tengo la vida.