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Afortunadamente la covid-19 debe de haber aflojado, pues aunque diariamente se siguen dando muchísimos contaminados, los fallecidos son pocos, y algún día ya hemos tenido en que nos han dado la buena noticia de 0 fallecidos. No tengo ciencia para hacer bueno o malo lo qué aventuraban algunos con la llegada del calor, decían que el virus se iba a aletargar o incluso desaparecería hasta la llegada del otoño. Supongo que tal razonamiento viene apoyado con el comportamiento de la gripe estacional, que aparece y desaparece en unas fechas concretas. Para mí tengo que puede ser un diagnóstico equivocado. En primer lugar porque el coronavirus que padecemos no es como el virus de la gripe estacional, si fuera igual, no tendríamos que estar pendientes de los científicos para una vacuna, porque vacuna para la gripe ya tenemos, y en segundo lugar, estos días el coronavirus está ocasionando mil víctimas mortales cada día en Brasil, que tiene la temperatura más alta que lo que vaya a tener España en julio o en agosto. Por consiguiente creo que hay que descartar la subida de temperatura como elemento eficaz contra la actual pandemia. En cualquier caso, lo que sí parece innegable, es que la covid-19 ha perdido fuerza, porque hace unas semanas atrás a los contaminados diarios que ahora tenemos, le seguía una cifra de fallecidos que daba verdadero pánico. Parece que la política de confinamiento ha dado la misma respuesta satisfactoria que daba esta técnica en la época medieval, que al igual que ahora, al no tener vacuna la única vacuna a mano, fue y es, el confinamiento a la hora de no ponérselo fácil a un bicho cuya única alegría que es capaz de dar, sería verlo desaparecer.

Si tenemos suerte y no tenemos ningún desastroso retroceso, detrás del horror por tantas víctimas, ya sólo nos quedará el horror de padecer los efectos de una economía que en estos casos es también víctima que se muestra muy débil ante la situación creada. Como si no pudiera ser de otra manera, parece que la debilidad se ceba una vez más en los puestos de trabajo, como si fuera un tsunami que arrastra con todo lo que se cruza en su camino, vidas humanas, sin duda lo más doloroso, y detrás, toda actividad presencial de trabajadores para que el país funcione. Tres meses con confinamiento ha sido mucho tiempo, pero creo que al no tener otra solución, esa ha sido la que nos ha llevado a poder decir a día de hoy que entre todos hemos doblegado la terrible trayectoria en alta que nos tenía con el alma en vilo. Queda aún para culminar nuestra firme postura ante la epidemia, el ir limpiando aquellos repuntes siempre peligrosos que puedan ir dándose. Conviene no olvidar que el virus maldito se presentó con media docena de contaminados.

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Viendo cómo ha sido el comportamiento político con el gobierno de la oposición, no hay que creerse ahora que para estabilizar la vapuleada oferta laboral y la economía dramáticamente dañada, van a colaborar mucho más que lo han hecho durante los días de una pandemia durísima. Ellos iban al Parlamento a echar las víctimas a la cara del contrario y sobre todo y sin pudor ninguno, a poner al Presidente a parir, demostrando una declarada feroz animadversión. Se puede y se debe hacer oposición, solo faltaría, pero sobra el lenguaje faltón, un lenguaje montaraz, es como ponerse a gritar en tono exacerbado, no es lo que da o quita la razón la descalificación vulgar, ofensiva, barriobajera, sin tino ni tono, mientras en los hospitales la gente seguía muriendo, asombrados ante unos políticos de tan mísero nivel.

Nunca he comprendido del todo porqué todas las oposiciones se empeñan, en vez de colaborar aunando fuerzas, en pregonar que los demás lo hacen mal y que ellos lo harían mejor.

Viendo la corrida, sentados en el tendido, todos toreamos mejor que Manolete, viendo la selección, todos sabemos qué jugadores habría que quitar y qué jugadores habría que poner, es cómo acertar la quiniela el lunes. Así de fácil.