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No estamos todos, cierto, pero qué bien estamos, ¿eh? Menorca y los menorquines estamos viviendo un verano atípico en el que sobran sillas, mesas, tumbonas, sombrillas, barcos, habitaciones… ¡Qué bien!, ¿eh? Tenemos una oportunidad única para disfrutar de la isla como muchos no la han conocido y como algunos ni la recuerdan. ¡Qué maravilla!, ¿eh?

Ahora podemos aparcar con menos dificultad de la que solíamos en cualquier parking, es verdad, y no tenemos que hacer cola para sentarnos en nuestro restaurante preferido. Ni en el segundo, ni en el tercero. Estamos más anchos que panchos, nuestras toallas no se tocan con otras e incluso se puede navegar tranquilo, ideal para los capitanes de agua dulce. ¡Como mola!, ¿eh?

Aquellos que llevan años profetizando que a Menorca le iría bien recibir menos turismo, tienen la oportunidad de comprobar por si mismos si sus argumentos son válidos, sólidos y de peso. Son los mismos que, mayoritariamente, a final de mes no tienen los problemas habituales que corren en estos tiempos para cobrar porque de una forma u otra tienen lo suyo asegurado y, por tanto, qué mejor que preocuparse por su ombligo, ¿eh?

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Una cosa te aseguro, amigo lector, si todavía sigues leyendo, preferiría mil veces estar escribiendo este artículo sin la ironía del principio y maldiciendo porque en Son Bou no puedo aparcar, en El Muelle o en Can Pota no me puedo sentar sin reserva o que alguien ha organizado un gran evento que no me deja dormir, ha cortado la carretera para una competición o padeciendo la sobredosis de crema solar con olor a piña y coco que invade el centro de Mahón.

La isla y la gente que la habita vivimos del turismo, por si alguien no se había dado cuenta. Y el que no lo hace, vive de la gente que vive del turismo y, por lo tanto, lo necesita casi tanto como el que más. Puede que el modelo por el que hayamos apostado sea mejorable pero lo que debemos tener claro es que sin el turismo el otoño se teñirá de invierno y el invierno será más oscuro y frío que nunca.

Que sí, que «Menorca pels menorquins» y que mucha «Reserva de la billetera» pero hasta nueva orden y nuevo modelo turístico, la pela és la pela y los encargados de traerla ni vienen ni se les espera, al menos en la medida justa para que todos salgamos ganando. Tanto los que viven directamente del turismo como los que, insisto, viven de los que viven del turismo, que quizás no son conscientes o se creen los más listos de la clase. Y de la Isla.