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Un óleo no es sino la acumulación de pinceladas. En ocasiones, estas no son tales, sino actos y actitudes que moldean el rostro definitivo de un país… Como diría Sabina, supongan que hablas de España (¡con perdón!). Sales a la calle y algunos entes y colectivos andan metidos en faena: la de trazar la faz de esta nación eternamente condenada a no entenderse…

Pincelada I.- Cambias compulsivamente de canal. Y asistes, desolado, al triste deambular de famosillos que pugnan por renacer. En su vida, con más jodiendas que talentos, lograron antaño emerger del anonimato para chapotear en el efímero mundo de la popularidad. Obviaron el conocido aserto de «lo que Natura non da, Salamanca non presta.» No tuvieron voz, ni genialidad actoral, ni talento… Pero sobrevivieron a golpes de indignidades e inconfesables favores. Por no saber, no supieron ni retirarse a tiempo. Para eso –temes- se precisa sabiduría… Y valor. Ante su ausencia, también la dignidad se les escurrió por entre los dedos de las manos. Hoy asisten a los entierros de otros famosos en la esperanza de salir en una foto que ocupe primera página, esa que los retorne al reino de la vanidad. O se apuntan a programas de falsas/dobles supervivencias... O se meten en el lecho de cualquier hijo/a de vecino/a para irrumpir, luego, en un plató de tele basura a modo de último balón de oxígeno… Y si para ello han de lanzar una calumnia y destrozar una vida, pues la lanzan… Unos dos millones de espectadores contemplan, diariamente, emisiones de esta índole. ¡Dios!

Pincelada II.- Un ‘Hitler’ redivivo pasa a tu lado. Le comenta a ‘Goebbels’, su compadre, que los madrileños, todos, son unos fachas, que los madridistas, ‘todos’, pertenecen a la extrema derecha y que, si por él fuera, los encerraría en el Bernabeu para quemar, luego, el estadio… Lo grave es que ‘Hitler’ (que, probablemente, nunca habrá estado en Madrid), tiene unos trece años y que ‘Goebbels’, unos catorce. ¿Quién les habrá inculcado tanto tópico para imbéciles? ¿Quién tanto odio? Luego, ¡natural!, se refieren al barrio de «Salamanca», obviando el de «Entrevías», cuyo propio nombre lo define. Lo grave –iteras- es que lo dicho por estos dos estúpidos sin aurora es compartido, incluso, por intelectuales de tercera regional que presumen de tolerancia… Lo grave es que… ¡Dios!

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El què és greu és que, per a altres, tots els catalans, sense excepcions, són independentistes (però no independentistes de qualsevol mena, sinó d’aquells que s’han convertit en veritables terroristes) i avars i uns malparits... Com si Barcelona no fos aquesta ciutat esplèndida, culta, oberta... Com si tots (repeteixes força, cal anar en compte!, l’adverbi de quantitat) els barcelonins tinguessin un pensament únic, uniforme... Cóm si Catalunya fos un camp enorme d’extermini... Per als Hitler i Goebbels del món la realitat no te grisos, tan sols blancs (ells, amb la raó sota el braç) i negres (la xusma restant). Déu! Què trist tot!

Pincelada III.Hubo un tiempo en que un gran estadista sentenció que la Guerra Civil española había concluído con la llegada y asentamiento del llamado espíritu del 76. Su opinión no era ni baladí ni sospechosa. Manaba de la boca de un gran hombre de Estado y socialista. Una guerra que perdisteis todos y que, por tanto, nadie debería pretender ganar a posteriori. Una úlcera nacional que parecía haber cicatrizado. Hasta que llegó un tonto del culo –en su sentido estricto- y le dio por reabrir la herida. Un tonto que llegó a las más altas instancias porque, en este lienzo, cualquier cosa es posible… Y el cáncer, redivivo, renació, alimentado por quienes no vivieron aquellos difíciles años de transición, disfrutaron, sin embargo, de ese espíritu, sí, del 76, medraron a su amparo y, ahora, a toro pasado, en un postureo ideológico vomitivo, anhelan visceralmente derrocarlo… ¡País!

¡Pero ha vuelto el fútbol! Ese que logrará el milagro, eternamente repetido, de que vuestra mirada no se dirija, afortunadamente, hacia ese óleo que, desde hace tanto, debería de avergonzaros…