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A pesar del poco edificante ejemplo del rey emérito, el presidente del Gobierno ha optado por apoyar la institución monárquica. Qué buen vasallo sería este hombre si tuviera buen señor, todo y que después de lo que el rey emérito ha hecho con lo que le quedaba de monarquía, que han sido «mangas y capirotes».

Ciertas pasiones están vetadas para los grandes personajes de la Historia, sobre todo si son de testa coronada y ejercen la máxima autoridad del país. Por estas parameras de Castilla, para estos casos se dice «a la vejez, viruela». Yo no sé si será viruela pero al rey se le ha ido la monarquía por la gatera, o mejor aún por el sumidero por donde el mundo se desmorona a pesar, a veces, de estar cimentado en sanos principios. Pero si la decisión que se toma es transitar por terrenos tan resbaladizos, al final la debacle está garantizada.

Fíjense qué ejemplo para los libros de historia de un monarca que en televisión pregonaba que «todos somos iguales ante la ley». Eso no se lo cree usted ni borracho. Baste repasar someramente lo último que el rey emérito ha hecho y sus colaboradores le han permitido. El caso es que decide salir de España. Ahora mismo les aseguro que con mucho menos motivo, ni a ustedes ni a mí nos dejarían ir campando por el mundo si la justicia de nuestro país nos hubiera tomado interés como debería ser el caso si realmente todos fuéramos iguales ante la ley.

En todo este sainete con infidelidades, cacerías de elefantes en Botswana, comisiones millonarias que transitan por las autopistas de todo a cien, a todo ese ‘sofrito’ no podía faltarle la labor del comisario Villarejo, gran hacedor de telas de araña que no se me alcanza cómo es posible que la Fiscalía le deje urdir. ¡Hombre! Viendo que está Villarejo, que será porque pasaba por allí o porque tiene algo que decir y mucho que callar, no me queda otra que añadir que se equivoca, y no poco, el antiguo rey y sus asesores si piensan que las consecuencias de haberlas, correrá con el cargo la monarquía de Felipe VI. Yo pienso que las consecuencias van en un claro deterioro de la monarquía española, que entre una cosa y la otra ha ido lastrando el torpe comportamiento de algunos de sus miembros, por ejemplo el caso de Urdangarín, nada ejemplarizante teniendo el pueblo que ver, boquiabierto, cómo su señora libraba del trance sin mancha jurídica que la señalase por lo menos como copartícipe. Luego lo del rey emérito, de cacerías fastuosas mientras su reino se debatía entre carencias económicas y encima, el buen señor, acompañado de una señora que le está costando una fortuna, dejando su trayectoria de gobernante ejemplar poco menos que hecha una ruina. El poco ejemplarizante comportamiento del rey, no solo va a emborronar su historia, es posible que el lastre tras de si a la historia monárquica, incluida la de su propio hijo.

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Con todo me llama mucho la atención la presencia del comisario Villarejo, un experto en remover para su beneficio los errores de los demás, importándole una higa que la mierda cuanto más las remueves, más huele. Dónde queda la labor del rey Juan Carlos y su válido Adolfo Suárez cuando tomaron el camino sin desbrozar de la democracia, cuando detrás de ellos iba lastrando voluntades los beneficiados de una larga e incomprensible dictadura franquista que no se lo pusieron precisamente fácil.

No sé hasta dónde le asiste el coraje y la razón al actual presidente del gobierno, señor Sánchez, para ponerse hecho un brazo de mar defendiendo la institución monárquica que tantísimo se ha deteriorado a sí misma. ¡Qué buen vasallo sería este hombre si tuviera buen señor!

En algunas ciudades españolas han empezado a quitar las placas anunciadoras dedicadas al rey Juan Carlos. Para tal honor, se exigen comportamientos estrictos que enorgullezcan a sus habitantes, lo que para nada es el caso.

Déjenme que termine diciendo que a Pablo Iglesias se le ve el plumero en el oficio de meter el dedo en el ojo de la monarquía nada más barruntar que hoy por hoy es una pieza que flaquea en el organigrama del tablero gubernamental.