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Josep Masanés, nacido en Barcelona en 1967, nos sorprende con una nueva novela titulada «El mapa de les eleccions». Una novela de amor y de guerra, según se desprende de la información facilitada por los editores de Documenta Balear, que ganó el premio Baltasar Porcel de novela de 2018. Antes, Masanés había publicado una serie de libros en una carrera meteórica; novelas cargadas de acción y con un trasfondo no ya de realidad, sino de una especie de sentimiento trágico de la vida, como diría Unamuno. Títulos como «La vall de la matança», «Camins sense retorn» (premio de novela Josep Saperas 2014), «La paradoxa de Schrödinger» (premio Joan Marquès Arbona 2015), «La putrefacció de la llum» (premio de narrativa Ciutat d’Eivissa 2015), «Pluja de fang» (premio Ciutat de Manacor de novel·la Maria Antònia Oliver 2017), «Jo tenia deu oliveres» (premio Vila de lloseta 2018), además de libros de poesía, también premiados, como «Radiació de fons» (premio de poesía Benet Ribas, 2016).

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La novela «El mapa de les eleccions» transcurre en un entorno rural de Catalunya durante la guerra civil. El paisaje, incluso el estilo y la facilidad narrativa me han hecho pensar en el prolífico escritor Manuel de Pedrolo, natural de Tremp, que llegó a publicar más de un centenar de novelas desde su retiro como creador sin grandes aspavientos, siempre incisivo, serio y consecuente consigo mismo. Serio, realista, trágico, Masanés siempre denuncia en sus libros la indefensión de los débiles y la opresión de los poderosos, dejando una puerta abierta a la esperanza, un resquicio de luz que nos empuja a seguir viviendo en medio de la barbarie humana. No hay mucho sentido del humor en su prosa, pero en todo caso no renuncia al amor como tabla de salvación. La lectura de Masanés es altamente recomendable y su prosa –no sé si su poesía también-, parafraseando a Celaya, es un arma cargada de futuro.

El hecho de que Masanés haya recurrido y siga recurriendo a los premios literarios es algo explicable en autores que se ven obligados a darse a conocer desde una isla –en este caso Menorca--, o lejos del centro editorial de Barcelona. Lo hizo Pedrolo y lo hicimos sus «discípulos». López Crespí, Porcel, Terenci Moix, yo mismo… La lectura no es todavía algo normal entre nosotros, y menos la lectura en catalán. Requiere de un lanzamiento que no está al alcance de todos y que los premios «todavía» pueden ofrecer, pese a que hoy en día se nos abre una nueva posibilidad: la publicación digital.