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Acérquense queridos lectores. Péguense bien al texto porque voy a escribir muy bajito. Quiero que este artículo sea un susurro, así que por favor no lo lean en voz alta. Voy a tocar las teclas de mi ordenador con mucha suavidad, a diferencia de los demás artículos donde suelo aporrear con saña mi teclado. Mi intención es que nadie nos oiga, que este texto quede entre ustedes y yo, porque aún quedan unas cuantas horas para que se vaya a la mierda este jodido año y no me perdonaría llamar su atención sobre nosotros y que nos castigue con alguna ocurrencia apocalíptica más. Así que relajémonos y pongámonos en modo avión, dejemos pasar los minutos para que el 2020 no nos detecte y se vaya bien lejos sin provocar más daño.

No hagamos ruido y no hagamos tampoco una lista de propósitos para el año que viene. Ya sabemos que esas listas están condenadas al fracaso, además de ser una enumeración de típicos tópicos. Los fumadores no dejarán de fumar, al menos no el día uno de enero. No vamos a ir al gimnasio, ni vamos a comer menos, ni vamos a bajar un ápice el nivel de estrés que cada uno tiene. Aceptémoslo de entrada y estaremos mucho más felices, o al menos mucho más relajados. Porque cuando no cumplimos un propósito nos frustramos y encima después nos castigamos con el inútil y nocivo sentimiento de culpa. Y la solución no está en las ñoñas tazas de Mr. Wonderful, o en ponernos un pósit color rosa en la nevera con un emoticono de cara sonriente. Si no esperamos nada, todo está por ganar. Acuérdense de los propósitos que nos hicimos para el 2020, se fueron todos al carajo, así que aprendamos de la experiencia y no tropecemos por enésima vez con las hojas del calendario.

Y por supuesto pásenselo esta noche lo mejor que puedan, que el realismo no está reñido con la diversión. Sabemos que el mundo no es el que nos muestran los influencers por Instagram, y que estos seres se tiran horas preparando la foto que subirán con el comentario: «Aquí natural y recién levantado disfrutando de las maravillosas vistas al océano Pacífico y desayunando un smoothi (zumo para los que usan el cerebro) de acelgas, jengibre y papaya. Hashtag soy tonto del culo y en mi casa no lo saben». Y saber que el mundo no está lleno de unicornios lejos de deprimirnos, como algunos piensan, lo que hace es mostrarnos de forma cruda el contexto en el que nos movemos, y eso debería ayudarnos a manejarnos por la vida. Pido perdón, este último párrafo me ha quedado muy de charlita TED, o de coaching trasnochado, creo que debo aumentar mi nivel de lúpulo para no meter discursitos tan estúpidos.

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Así que, en pos del necesario divertimento, disfruten de la cena de esta noche tanto como puedan. Repartan los abrazos y los besos que consideren necesarios, aunque sean por WhatsApp, levanten sus copas de cava o vino para brindar por su bienestar y el de sus seres queridos, y tengan bien presente la frase que nos regaló el escritor y filósofo Elbert Hubbard: «No te tomes la vida demasiado en serio. No saldrás de ella con vida».

Y si tuviera que pedir un deseo, solo uno, pediría el superpoder de tomarme las uvas sin atragantarme, el espectáculo que monto no es nada agradable, se me quedan los carrillos inflados como a un hámster, se me saltan las lágrimas por encima de las gafas y mi cara toma un tono rojo muy intenso. Algún día pondré esa imagen como foto de perfil, por echarnos unas risas. Feliz último jueves del año.

conderechoareplicamenorca@gmail.com