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Si hoy es cuatro, mañana es cinco de diciembre, y llegan los Reyes Magos. Dicen que este año van a pasar por todas nuestras calles y podremos verlos desde nuestras ventanas, sin romper el confinamiento. Sin embargo parece que algunos se han excedido con las celebraciones navideñas, se han reunido con familiares y hasta con amigos sin tener siempre en cuenta cuántas ‘burbujas’ había, además de las del cava. Así pues, lo mejor que nos podrían traer los reyes sería el tan cacareado principio del fin de la pandemia y vacunas para todos. Quién sabe, dicen que esa noche todo es posible, incluso que tres «reyes» con sus pajes visiten cientos de hogares al mismo tiempo y hagan felices con regalos a niños y mayores. Por cierto, parece que la palabra «mago» proviene de la lengua persa, en la que ma-gu-u-sha significa «sacerdote» Los sacerdotes persas estudiaban antiguamente las estrellas en su afán por encontrar a Dios. Y hablando de estrellas, el refranero asegura que «El día de la Epifanía se ven estrellas al mediodía» Pero solo el Evangelio según San Mateo habla de los «magos», sin aludir a que fueran reyes. Empezaron a serlo en el siglo III. Hasta entonces se consideraba que eran personajes eruditos y acaudalados. En aquel tiempo se dijo también que eran tres, número que aún no se había precisado. Pero hasta el siglo VI no se estableció que se llamaran Melchor, Gaspar y Baltasar, y ya fue en el siglo XV cuando el rey Baltasar fue conocido como perteneciente a la raza negra, representando a África, mientras que Melchor y Gaspar representaban a Europa y Asia. En España no fue hasta el siglo XIX que se inició la tradición de convertir la noche de Reyes en una fiesta infantil con regalos para los niños. Aquí se imitó la tradición de otros países que entregaban los regalos el día de Navidad, con la magia de San Nicolás. Los magos ofrecieron oro al Rey de Reyes, incienso como el que se quemaba en los templos en honor de los dioses y mirra como la que se usaba para embalsamar a los muertos.

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Mañana los magos aún pueden traernos ilusión en la segunda acepción de la palabra: «Esperanza cuyo cumplimento parece especialmente atractivo». La esperanza que todos tenemos es que se acabe la pandemia, que la economía se enderece, que se alcance la inmunidad de grupo y podamos salir a la calle sin mascarilla y… Por cierto, ¿se acuerdan de que al principio decían que no hacía falta llevar mascarilla? Pues ahora los reyes vendrán cargados… de mascarillas.