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Si la covid-19 no había dado suficiente por saco figuradamente, ahora también lo hará en sentido literal. Aunque sea un palito muy delgado. Aunque sea tan solo unos segundos. Aunque sirva para más cosas buenas que cosas malas. Lo cierto es que las pruebas PCR anales, que sonaban a broma macabra, están cerca de convertirse en una realidad. De mierda, una realidad de mierda. En según qué casos, claro.

Si las pruebas nasales ya han servido para investigar en zonas deshabitadas e inhóspitas, en muchos casos, el nuevo protocolo invitará a lo mismo en el polo opuesto de nuestro cuerpo. En mi caso, en el libro de instrucciones, especifica que el agujero en cuestión no es más que una salida de emergencia, en ningún caso una puerta de entrada alternativa, y solo el hecho de imaginármelo me deja intranquilo.

Porque que te metan un palito por la nariz hasta hurgar en la parcela más cercana al cerebro no deja de ser una violación del espacio personal. Yo creo que, si existe el alma, está tan adentro como llega el palo en cuestión. Y el mal cuerpo que te deja…

No creo que las sensaciones mejoren en exceso con la alternativa trasera. Puede que no moleste el alma o que tampoco se acerque en exceso al cerebro, pero seguro que algún chacra se altera según el tacto y el cariño que tenga el personal sanitario al cargo.

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Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación? En mi infancia logré esquivar los terribles supositorios que mis amigos recibían alegremente. Y ahora que soy un adulto y puedo decidir si quiero que algo entre o no, un científico ha decidido que es más fiable la prueba rectal que la nasal.

Si la ciencia lo recomienda habrá que hacerle caso, pero una cosa u otra. Porque si de una prueba pasamos a dos, nos tendremos que poner serio con el orden de los factores. En este caso no cabe duda de que sí que altera el producto. Primero por arriba y luego por abajo. O al revés para aquellos que sean alternativos y quieran hacerse la prueba haciendo el pino.

¿No te parece extraño? A mí me parece que esto de pasar de la nariz al culo fue una apuesta entre científicos. «Manolo, ¿te imaginas putear a la sociedad cambiando el tipo de prueba?», «déjate de historias, Antonio, que no tienes pelotas», responde el otro. «¿Qué no? Sujétame el cubata».

Y así es como, querido amigo lector, «pasamos de Guatemala a Guatepeor». Con lo tranquila que estaba la fiesta por la nariz, ahora nos complicamos la vida. ¿Qué será lo próximo? ¿Cambiar la vacuna por un supositorio? «Sujétame el cubata».

dgelabertpetrus@gmail.com