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Decían que la escalada era peligrosa pero la desescalada también lo es. Vivir es deporte de riesgo. Cuando el populismo rupturista asalta el poder, lo ocupa y utiliza para sus fines, puede que sea demasiado tarde. Nos coge sin capacidad de reacción. Otros lo están experimentando en carne propia.

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Lo explicaba Jean François Revel en «El conocimiento inútil». La tiranía, sea de derechas, de izquierdas o nacionalista, se sustenta siempre en la mentira. Porque lo difícil no es descubrir la verdad; es no ocultarla o manipularla en función de oscuros intereses. Desde los tiempos del tiranosaurio rex, el «Tirano Banderas» de Valle Inclán, el «Amor tirano» de Góngora o el tirano último modelo que pone cara de demócrata pero pretende romper la baraja a la menor ocasión, las tiranías pugnan por subsistir sin reparar en los medios a su alcance. Es una obligación moral luchar contra ellas pues el pasotismo y el miedo son sus mejores aliados. A fuerza de pasar de todo y rehuir nuestra responsabilidad, aceptando engaños más cómodos que la verdad, hemos dejado que accedan al poder los más fanáticos, corruptos e incapaces del lugar. Los que quieren imponer su visión de las cosas resucitando rencores y enfrentamientos. A lo largo de la historia se ha repetido una y otra vez el mismo esquema. No hay mucho secreto. Se construyen dos bandos irreconciliables. Solo puede quedar uno. Es la guerra.

Para debilitar un país, divide y vencerás.