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Esta vez no han ganado ellos y ellas, compañeros y compañeras, expresado en el lenguajes pastoso de Sánchez. Ha ganado solo ella, Isabel Díaz Ayuso, la IDA según abrevian sus detractores, y han perdido ellos, Pedro y los pablos. Pierde el presidente del Gobierno porque planteó estas elecciones como un desafío y el resultado es un auténtico desastre, el PSOE es el único de los cinco contendientes que pierde votos y escaños y el que presentó un candidato interpuesto, como si se tratara de una empresa pantalla.

Pierde también, el que más, su socio agitador, quien en su despedida entre dentelladas marca quién ha de sucederle, lo propio de quien ha ido por la vida como el puto amo del corral. Será una mujer, dijo, no me vengan con elecciones internas y ñoñerías democráticas. En política no deja ningún legado salvo la causa universal de persecución al fascista que, como se ha visto, son muchos y nos rodean, qué agobio. “Sois unos sinvergüezas y unas ratas”, le dijo una de las elegidas para acompañarle en la despedida, una desagradecida sin duda.

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Y Casado, el líder sin carisma del PP, que se arrima al calor de su delfín (delfina diría Sánchez) saliendo al balcón de los ganadores para mejorar su tono vital y político. Aprovechó la ocasión para chupar cámara y compartir la pedrea de un premio obtenido más por la personalidad de la mujer que él eligió, ese es su mérito, que por la marca del partido.

Al PSOE, que dirige un gobierno sostenido por separatistas y bolivarianos , como escribía Savater, se le ha ocurrido como primera medida expulsar a Joaquín Leguina y a Nicolás Redondo, lo mismo que hicieron hace unos años con Pere Moll, exalcalde de Es Migjorn. Sería más fructífero para el Gobierno y para la sociedad echar del Ejecutivo a pesos muertos como Carmen Calvo y Grande-Marlasca.