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La anunciada reunión de nuestro presidente del Gobierno con el jefe de jefes, Joe Biden, fue realmente un paseíllo de 100 metros lisos cubiertos con una buena marca, medio minuto. Sánchez le hablaba al gerontócrata americano y este tuvo la delicadeza de volverse hacia él en una ocasión y hasta musitar algunas palabras, tal vez un «okay Peter, that’s okay».

Esa es la retransmisión vista después en los telediarios, cada uno con su orientación, pero con la misma cinta. Los encuentros bilaterales entre los grandes mandatarios hoy son eso, la foto y palabras de la buena relación entre ambos países, pueblos o naciones, depende del término más al uso.

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Detrás del paseo registrado por las cámaras está el trabajo de los respectivos equipos que pactaron el encuentro. Los de Moncloa pidieron unos minutos para que el actual sucesor de Thomas Jefferson, uno de los más grandes presidentes de Estados Unidos, que jamás vetó ni una sola resolución del Congreso, tratara algunos asuntos de interés común con Pedro Sánchez.

Los profesionales de la Casa Blanca debieron valorar el peso de esos intereses comunes y resolvieron que con el paseíllo se cubrían las expectativas. No es fácil cuadrar agendas para coordinar la foto y ese caminar armonioso y acompasado por los pasillos enmoquetados de Bruselas hasta le dio un toque espontáneo y natural, así como son ellos.

Es pronto para que los fabricantes de queso y de calzado de Menorca sepan si eliminará los aranceles del locatis que precedió a Biden en el cargo, pero no cabe duda de que la charla de ayer dará sus frutos. Contamos a favor que el jefe de jefes ubica en el mapa el país que ha elegido a Sánchez presidente del Gobierno. Es socio de la OTAN y es el país que tiene un vecino al sur, que se anexionó sobre la marcha el Sahara español y ahora es un buen amigo. De los americanos.