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Quienes no supieron prevenir, atajar ni controlar los botellones que se repitieron cada noche en Es Pla de Ciutadella durante los días de las fiestas canceladas, anuncian ahora que prohibirán la venta de bebidas alcohólicas en comercios y gasolineras a partir de las 10 de la noche. Pero 'es mal ja està fet' y asistimos a un repunte de contagios, con cifras récord de infectados en Menorca, que, además de atentar contra el enorme esfuerzo social realizado en los meses de invierno, pone en peligro la recuperación.

Los mismos que controlaban al milímetro el aforo de bares y restaurantes, contaban las mesas y sillas de las terrazas, vigilaban si había clientes en el interior y multaban por transitar sin mascarilla, fueron incapaces de detectar los miles de pasajeros que desembarcaron a partir del 18 de junio en el puerto de Son Blanc. Debían ser invisibles.

Y hoy padecemos una transmisión comunitaria desbocada porque quienes presentan mayor retraso en la vacunación, que no implica inmunización, son los adolescentes y jóvenes de 16 a 30 años. Los mismos que se lo pasaron en grande y nos dejan el triste récord del mayor número de contagios.

Ayer, en Pamplona, donde se han suspendido los sanfermines, la Policía Municipal desalojó una de las calles más céntricas por aglomeración de personas. En cambio, en Ciutadella, como explica Anna Giner, de Sabadell, durante la 'verbena de Sant Joan' de este año  «es como si la covid no existiera, la gente iba sin mascararilla y la Policía no hacía nada». ¿Desalojar Es Pla?, impensable. Cierto, porque ya era demasiado tarde. Relatos de cientos de jóvenes que viajaban en barco a Menorca y ya consumían alcohol sin restricciones a bordo, en lo que era el preludio del gran desmadre. Y no venían en viaje de estudios, sino a perderse en la crónica anunciada de las aglomeraciones y botellones diarios. Pero aquí, en Menorca, la culpa es de un titular de Es Diari.