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Una vez superados los controles para llegar al destino, la gestión de los posibles contagios de los turistas durante su viaje corresponde a las comunidades autónomas. Estas ofrecen los denominados hoteles refugio, hoteles puente o covid para aquellos visitantes que son positivos por coronavirus o son contactos estrechos de positivos, un lugar en el que cumplir el aislamiento obligatorio en buenas condiciones, que también pueden solicitar trabajadores desplazados o incluso residentes que no puedan hacerlo con garantías sanitarias en sus domicilios. Es un servicio necesario, más en regiones turísticas dada la afluencia de visitantes, un gesto de hospitalidad y una medida fundamental de contención de la pandemia que está corriendo a cargo del Govern.

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En Menorca el primer hotel en S’Arenal d’en Castell apenas tuvo clientes-pacientes el verano pasado, pero ahora que la temporada despega y los contagios no cesan, ha llegado a estar casi al completo, por lo que Salud decidió contratar un segundo hotel en Cala en Porter. La idea no gusta a los empresarios de la zona, dada su céntrica ubicación, y el precedente de las escapadas a la playa o al súper, por no hablar de alguna fiestecita que otra, de los que cumplen el encierro en S’Arenal. Las estancias de estos invitados no son baratas y las pagamos todos. Por ello la oposición pide máxima transparencia y conocer qué criterios se han seguido para contratar los establecimientos de Set Hotels, aunque la patronal ya advierte que hacer de lazareto no es un plato de gusto para los hoteleros. Aun así, el coste mensual de unos 50.000 euros del Aparthotel Sa Mirada y el contrato del Playa Azul por 108.000 euros es razón suficiente para mirar con lupa ese gasto.

Ahora para que algunos confinados se porten bien –ya sabemos que en esto siempre pagan justos por pecadores–, se tiene que contratar vigilancia privada, la guinda del pastel. Algunos están confundiendo la hospitalidad y la cuarentena con la juerga pagada.