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No tengo documentación ni creo que nadie la haya elaborado, por lo menos de resultados fables, para saber por qué pasa con el tomate y la patata lo que pasa, por lo menos aquí en la península.

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Hoy comprar un kilo de patatas, comprar más hasta no estar seguro si valen o no valen, es tontería.    Antes yo me acuerdo, comprabas un quintal de patatas, y eran buenas incluso diré buenísimas, cualesquiera que fuera la forma de cocinarlas: cocidas con un puñado de judías verdes o acelgas, estaban tan ricas, echabas unas patatas al cocido, salían fenomenales, con tortilla para chuparse los dedos, siendo además un plato muy socorrido que siempre salía sabrosísimo.    Sin embargo ahora te pueden salir unas patatas fritas horrorosas, se ponen marrones por fuera estando crudas por dentro.    Es como si hubieran estado expuestas a un aceite demasiado caliente.    Si tiene la desgracia de hacer una tortilla con este tipo de patata, más le valdrá echarla al cubo de la basura.    Ahora vas a comprar patatas y las ves señaladas con un cartel donde dice: patatas para cocer, patatas para hornear, patatas para freír. No comprendo que le estará pasando a un tubérculo que ha quitado tanta hambre en el mundo; no se me alcanza que sea lo que han hecho al menos aquí en la península con las humildes pero magníficas patatas que teníamos antes.

¿Y el tomate? ¿Qué pasa hoy en día con el tomate?    No sé si en Menorca están pasando las mismas penurias con las patatas y los tomates.    De aquí de la península puedo decir, que hace ya varios años que no he comido un tomate que oliera y supiera a tomate.    Hoy no hay manera de encontrar un tomate que huela y sepa a tomate, y los he buscado en tiendas y en grandes galerías comerciales.    No es desgracia pequeña, porque compras unos tomates, por cierto nada baratos igual que las patatas, pero sobre todo en el tomate son francamente bonitos, ópticamente apetecibles para descubrir que lo único que tienen como los tomates de antes es su magnífica presencia, luego en olor y sabor, no pasan la ITV, y te sientes estúpidamente engañado, porque has pagado por unos tomates que a veces dudo el por qué permiten tomates que ni huelen ni saben, además no consigues que nadie te dé razón de lo que está pasando con estos productos.    No creo que a ningún agricultor le guste saber esta merma en sus productos, es probable que ni ellos mismos sepan lo que está pasando con sus tomates y con sus patatas.    Decía el otro día por la radio un ingeniero agrónomo, que costará años recuperar aquellas calidades, que se ha malbaratado en un decir amén.    Con el tomate ya es una verdadera pena, ahora vas aquí a un supermercado y encuentras tomates de todas las formas y de todos los colores, incluso una especie que son tan grandes como las dos manos juntas, y otros, más negros que el sobaco de un grillo, feos como demonios, algunos son realmente raros, sobre todo en sus hechuras, como si fueran tomates abstractos, pero lo que no encuentras son tomates como los de antes.