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A Mark Zuckerberg le falta valor para cortar el suministro de Instagram y de Facebook a Europa. El magnate de las redes sociales ha amenazado a la Unión Europea en un berrinche desproporcionado con castrar dos de los entretenimientos más importantes si no se cede a sus malévolas intenciones que me, te, nos, les afectan más de lo que te puedas imaginar y que tienen que ver con todo ese chorro de información que le regalamos al muchacho cada vez que consumimos datos en el móvil.

Pero para qué engañarnos, al tipo en cuestión le faltan «pelotas» para cumplir su farol. No tiene lo que hay que tener para cortarle el suministro a nosotros, los yonkis de lo digital, sin que las consecuencias sean desproporcionadas.

Porque hasta el momento, puede que hayamos consentido sin alterarnos lo más mínimo que nos suban un 200% el precio de la luz, que la inflación haga que todos los precios de los productos básicos suban mientras los salarios se mantienen, que el precio de los carburantes se incrementen hasta el punto de convertirlo en producto de lujo en lugar de necesidad, que la vivienda sea todavía más inaccesible, que se riegue con dinero público un montón de «chuminadas» mientras las necesidades se opacan intentando que pasen desapercibidas, ni la calidad ni la cantidad de empleo mejore y, a golpe de subvenciones y de ayudas, estén empujando a una gran parte de la sociedad a la dependencia del Estado estimulándoles más sus ansias de pedir que la necesidad de dar. Nos han toreado como han querido en algunos momentos de esta pandemia. Porque somos así de tontos, tontas, tontis, tontes y tontus, que pasamos por todo lo alto todo esto mientras nos sigan alimentando la estupidez.

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Pero ojo, que a nadie se le ocurra lo de cortarnos las redes sociales. Por un lado, porque perderemos una fuente inagotable de consumo (despilfarro) de tiempo libre. ¿Cuántos vídeos te has tragado en lo que llevas de sábado? Y por otro, porque nos quitarán el método más rápido y eficaz que tenemos de hacerle creer a nuestro vecino, o al voyerista de turno, que nuestra vida es más bonita (o menos miserable) de lo que en realidad es.

¿Te imaginas que volvemos a la época previa a las redes sociales? Me refiero a tener que mantener una conversación sin tener que consultar impulsivamente cada 2 minutos el teléfono por si nos han dicho algo a sabiendas de que no lo han hecho. O a disfrutar de las pequeñas cosas tan importantes que nos rodean…

A Mark Zuckerberg le faltan pelotas de cumplir su amenaza y de devolvernos nuestras vidas.

dgelabertpetrus@gmail.com