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El transcurrir del reciente Congreso del PP celebrado en Sevilla ha venido a poner de nuevo sobre la mesa el debate sobre si la defensa de las creencias ideológicas que soportan la matriz de un partido liberal-conservador  debería o no de formar parte imprescindible de su acción de gobierno más allá de que la gestión de la cosa pública se desee diligente, eficaz y exitosa.

Los discursos del nuevo líder del PP Feijóo no translucieron de momento voluntad especial alguna en ese sentido porque solo repitieron los latiguillos generalistas al uso y únicamente se habló de gestión.

El debate en cuestión ya ha sido frecuentemente propuesto y auspiciado por la indomable Cayetana Álvarez de Toledo, quien lo recalcó en su libro «Políticamente incorrecto» en el que, efectivamente, se decantaba por dar importancia primaria a la defensa de las creencias de su ideología y no solo a centrase en la gestión económica.

Algunos pensamos que en política las creencias ideológicas y culturales lo son todo, porque son la base del orden de la vida individual de una persona o de una sociedad, frente a los que piensan que la gestión (de la economía, claro) es lo único importante. Me refiero a esos a los que no les importa que se pueda dejar a la izquierda y a sus derivados ultras la gestación y gerencia de las ideas que afectan a la vida diaria de la gente porque como diría Rajoy «¡eso es un lío!». Son los que están dispuestos a dejarse pisar sus valores morales con tal de comandar durante unos años la economía de un país.

Lo vimos cuando el indolente Rajoy solo se dedicó a gestionar la economía. Y es que ya lo dijo en aquel congreso de Valencia: los liberales y los conservadores pueden irse a sus partidos. Y algunos lo hicieron yéndose unos a C’s y otros a Vox.

Ahora se abre para el PP una nueva oportunidad de reconciliarse con muchos de sus antiguos votantes si se define y garantiza en firme la defensa de sus voluntades ideológicas alejadas de la corrección política. El PP no debería de tener dudas sobre la aplicación de ese ridículo 25 por ciento de enseñanza en español en cualquier escuela del país pero solo como inicio hasta conseguir una efectiva y total libertad de lengua en la enseñanza en toda España; el PP no debería dudar en oponerse frontalmente al diseño político de la nueva enseñanza dictada al dente por los ingenieros sociales que pretenden crear adictos atontados al régimen sin enseñar a criticar, ese peligro para los doctrinarios, ni a promocionar el auto esfuerzo. El PP debería de anunciar la derogación inmediata de la Ley de Memoria Histórica por sectaria, la reforma de la Ley de Violencia de Género por desigualar a los españoles y también debería anunciar su oposición al anunciado despilfarro de 20.000 millones para regar la moda de la Igualdad política feminista sabiendo que «el extremismo feminista no defiende a las mujeres sino que las humilla en la guerra imposible de suplantar al hombre» (Sostres). ¡Ah! Y el PP debería de anular sin excusas ese ridículo lenguaje inclusivo que destroza nuestra lengua española.

El PP debería de congraciarse con sus votantes idos acercándose a Vox para formar un muro constitucional que defienda las creencias de buena parte de la gente liberal-conservadora.

En Balears el PP debería de garantizar la enseñanza de nuestras modalidades lingüísticas que son nuestro bagaje cultural rechazando colonialismos impuestos. Y debería de ofrecerse al PSOE para no volver a tener que soportar un gobierno radical en manos de separatistas ni ultraizquiedistas. El PP debería cancelar de inmediato la normativa que declara a tipos como el brigada Pedro Marqués como merecedores del recuerdo popular.

En Menorca el PP debería de denunciar y anular la influencia de un lobby ecológico que no se ha presentado jamás a unas elecciones y que viven de unos impuestos que pagan los demás y decirles: «¡escoltau guapos, si voleu fer política presentar-vos a ses eleccions però deixau de tocar es galindons amb ses vostres xuminades castatrofistes!». El PP solo conseguirá congraciarse con muchos de sus antiguos votantes si se enfrenta abiertamente a una corrección política  que lo encorseta todo.

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Notas:

1- El libro «Menorca 1936» ya ha agotado su segunda edición de 500 ejemplares. ¿Ya una tercera en ciernes?

2- Se extiende la opinión de que los ERTE han ayudado a asentar la cultura de la vagancia.

3- EFE informó sobre los actos de las regiones gastronómicas celebrados aquí ubicándolos en Mahón. Claro.   

4- La Real Academia de la Historia de España está muy dolida con el Consell Insular de Cataluña con sede en Menorca por imposibilitarle de hecho que emitiera sus informes académicos sobre el nombre de Mahón.

5- El director general de una cadena menorquina de hoteles me comenta que la guerra del ruso ha ralentizado las reservas pero que, afortunadamente y de momento, hay pocas cancelaciones.

6- La ministra Ribera en el Ateneo de Mahón: El fake del segundo cable o cuando los aplausos son hipócritas.

7-¿Está legitimado un presidente que tiene a la soberanía popular de su país abrumadoramente en contra de su política exterior? ¿Se ha convertido ya en un autócrata?

8- Biosfera: Menos mal que se ha anulado la aprobación de una Ley nefasta para la Isla. Se ha evitado el ridículo.

9- Emociona saber que una anciana ucraniana diera semillas de girasol, la flor nacional de su país, a los soldados rusos diciéndoles que las llevaran en sus bolsillos para que cuando murieran crecieran girasoles.

10- Pink Floyd, cuyo guitarrista David Gilmour tiene nietos ucranianos, han creado una canción apoyando la resistencia de un pueblo masacrado por un tirano: «Hey, hey, Rise up». Ha comenzado un movimiento rock en apoyo del pueblo ucraniano. A Putin se le tuercen las cosas.