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Produce estupor ver en prensa los destrozos físicos que causa una maldita guerra sobre la arquitectura de una ciudad. Grandes edificios que aglutinaban el funcionamiento de Ucrania hoy son meros cadáveres mutilados de ladrillos reducidos a testimonio de una locura, un desenfreno destructivo donde ni siquiera los cascotes son aprovechables.

En el absurdo juego de ajedrez de una guerra que ya han perdido las dos partes, Volodimir Zelenski y Vladimir Putin, empecinados en verter toda la carga culpativa que conlleva el haber podido evitar una guerra y haber hecho todo lo contrario, nunca pensé que fuera tan fácil jugar tan mal al ajedrez.

Hoy jueves, 7 de abril, trae la presa de papel noticias que no hacen más que reafirmarme en que el mundo, si no está loco, sí que actúa como si estuviera enloquecido. Fíjense en el siguiente dato: el ejército de Mali y mercenarios rusos asesinan a 300 personas y toda esa masacre la han llevado a cabo en el centro de Mali mientras su gobierno asegura haber «eliminado» a 203 yihadistas. Total, 503 seres humanos que sumar a las masacres de Ucrania como por ejemplo en Dombas, Lugansk, etc, etc.       

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Según los oráculos belicistas, la guerra en Ucrania podría ser muy larga. Por lo que yo sé Rusia no está utilizando su poderosa máquina bélica, sobre todo su temible fuerza aérea, que no creo yo que llegue a utilizarla si no se considera forzada. Me refiero a los temibles mig-35 odsukhoisu 57 y el checkmate, máquinas tan destructivas que asustaron al mundo cuando las vio por primera vez. Por otra parte, a Putin no le debe de interesar mucho que la guerra se duerma entre sus manos. Él sabe que se juega el puesto. Solo Putin y su plana mayor, deben saber con qué maquinaria de guerra cuentan.

Me viene a la memoria una frase de Sadam Husein cuando acertó el hombre a decir: «las guerras no las gana el que tiene más tropa, ni más fusible de asalto AK-47 o el temible M-16, ni más aviones, ni más barcos de guerra, porque la guerra la gana el que tiene a Dios de su parte». Lástima que frase tan premonitoria la dijera quien la dijo.

No conozco de ninguna guerra donde no se haya agotado el catálogo de crímenes contra la humanidad y eso que en nuestra doble moral hemos legislado lo que se puede y lo que no se puede hacer en una guerra pero no hemos prohibido lo primero que debería estarlo y es esa bestialidad de pegarle a otro ser humano un tiro; como a ese pobre panadero ucraniano que salió detrás de su casa para coger un poco de leña para encender el horno donde luego iba a cocer el pan. ¡No disparéis!, ¡soy el panadero!, ¡no disparéis, soy población civil! Ya no pudo decir más, le metieron 5 balazos en la espalda tan apenas le vieron. El hombre, cuando huele la sangre, se puede convertir en una fiera sanguinaria, sádico y cruel, que además hoy tiene poderosas máquinas de picar carne en la mano y la mente trastocada por el odio que le han insuflado los que saben de estas cosas.