TW

Cómo nos gustan los eufemismos, dar rodeos con las palabras y disfrazar su significado. Decimos low cost cuando simplemente es algo barato, y se habla de turismo de calidad cuando en realidad se busca que quienes nos visitan tengan más dinero y se lo gasten a raudales, eso sí, con cierto nivel de educación, sensibilidad y respeto por la isla, algo que por cierto no siempre va unido al tamaño de la cartera pero se presupone. Me recuerda al título de aquella película de los noventa «¿Por qué lo llaman amor cuando quiere decir sexo?». Porque es bonito romantizar y edulcorarlo todo, ya sean las relaciones o los negocios. En este último caso, no cabe duda de que Menorca se está convirtiendo en un destino de moda para el segmento del lujo, o sea, ricos. Los hoteles llamados ‘boutique’ están en pleno apogeo, a pesar de la moratoria de plazas quedan una veintena en trámite. Buscan un público de alto poder adquisitivo. En la costa se reforman antiguos bloques sin gusto para transformarlos en lugares de ensueño para clientes exquisitos. La oferta complementaria se adapta a esa demanda y los precios suben. En el contexto de inflación actual eso se nota todavía más, sobre todo porque los sueldos de los menorquines de todo el año están estancados y no pueden competir ni escapar, ahora todo es ya zona turística y se hace el agosto en cualquier terraza de costa o interior.

Noticias relacionadas

El mayor encanto del destino y lo que lo convierte en exclusivo es su nivel de conservación y su autenticidad, así que al final, el sistema que lo monetiza todo, ha engullido también esos espacios que eran reductos de naturaleza y por cuya protección se luchó, son parte del producto.

¿No es todo esto lo soñado? Sí, o al menos se ha debatido hasta la saciedad sobre atraer a ese turista de calidad que en realidad aprecia lo auténtico, pero cuando lo de toda la vida se vuelve un lujo la gente sencilla ya no lo alcanza. En verano no tiene el estatus deseado y en invierno, se queda sin oferta.