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Somos de un difícil convencer, lo que nos viene de antiguo. Quienes lo saben, dicen que Tomás tuvo que meter los dedos en la llaga, nosotros estamos metiendo el cuerpo a más de 40º en la temperatura que nos asfixia, y aun así, no nos lo creemos y tiene el Carlos III (ISCIII) que depende del Ministerio de Sanidad, que publicar un censo de cerca de 1.000 fallecidos por la llamada ola de calor.    Fíjense en Inglaterra, donde la temperatura es noticia si llegan a 30º, está estos días a 40. Se les están ablandando las pistas de los aeropuertos, y las autoridades han aconsejado no coger el tren.    Hace unos días en Madrid, moría un trabajador de la limpieza, don José Antonio González, un barrendero que trabajaba con un contrato de un mes; cambió el turno empezando a las dos de la tarde, la hora en la que se pega el calzado en el asfalto, un golpe de calor lo mató a los 60 años de edad.

¿Cuándo será suficiente para daros cuenta que el cambio climático ya está aquí? Cuando lleguen los últimos días de este tórrido verano y el otoño llame a la puerta, es fácil que lleguen las precipitaciones violentas, lloviendo en un par de días lo que debería llover en un mes. Entonces tendremos inundaciones, campos anegados, pueblos invadidos por el agua y el barro, tormentones que arruinarán a quiénes tengan la desgracia de padecerlos. Además, frente a los «zarpazos» de una naturaleza cada vez más hostil, ya vemos que no da ni siquiera tiempo a tomar medidas que puedan paliar el avance destructivo de una climatología que puede causar la ruina de amplios colectivos humanos en cuestión de unas pocas horas; para cuando pasa la furia destructiva queda tras de sí los destrozos, la ruina que se tardará años en reponer. La tormenta pasa en muy poco tiempo, sus efectos no.

Mientras tanto, los países más poderosos de la tierra, fletan centenares de potentes medios de transporte, sobre todo aviones, para acabar agavillados en los mejores hoteles. Les sirven costosos manjares y, como pasó con la cumbre de la Alianza Atlántica (OTAN), cerraron al público la mejor pinacoteca del mundo, como si esta fuera del gobierno en vez de ser del pueblo español, y se hicieron cuantas fotos creyeron necesarias con los mandatarios delante de las obras más emblemáticas.    Pruebe usted a sacar una cámara enfrente de «La Carga de los Mamelucos», «Las Meninas», «La familia de Felipe IV», «Los Fusilamientos del 2 de Mayo» y verán que pronto le monta un «pifostio». Con que eso de que todos somos iguales, ya les digo yo que no, que no es verdad a la hora de ver el Museo del Prado y sacar una fotografía.

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Pero volviendo por el camino  que traía, los mandatarios más poderosos se reúnen, no diré yo que no, pero la efectividad en corregir el cambio climático, más que nada está por ver. Mientras tanto, esta vieja tierra que es a única que tenemos, está a punto de dar la bienvenida a 8.000 millones de habitantes; algunos de estos convecinos ya forman parte de un colectivo que busca que llevarse a la boca entre los restos que echaron a la basura los que pueden pagar por una comida degustación, 410 euros, unas 68.218 pts. Ya se lo digo yo, ni somos iguales ante la ley ni ante casi nada. Mientras tanto, algunos de los que viven ya en el cielo, confían que al «doblarlas» van a ir a un cielo aún mejor.

¿Qué el mundo se está auto consumiendo? De eso no hay duda, pero entre catástrofes de todo tipo, algunos siguen cenando a 68.218 pts. ¿Cómo va una persona así a sacrificar el postre?

Esta temporada el cambio climático se está cebando con los incendios, en el mes de julio, o por decir mejor a 18 julio de 2022, se habían quemado 222.800 Ha. Peor fue en 1985, donde quedaron arrasadas 484.475 Ha forestales. Algunas zonas tan emblemáticas como la sierra de La Culebra que en pocos días ha quedado irreconocible, se tardarán más de 50 años para volver a estar como la conocíamos. Por sus barrancos y laderas hemos estado buscando algún lobo que meter en nuestro objetivo fotográfico. Ahora no sabría dónde encontrarlos. Eso es el cambio climático que los poderosos de la tierra no quieren ver.