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Lo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) parece que no es de este mundo. Llevan años (el próximo diciembre cumplirán cuatro años) con la fecha de caducidad pasada de rosca. Y ahí siguen, como si el cumplimiento del tiempo para el que fueron nombrados no les afectase lo más mínimo. No sé qué pensarían, pongo por caso, si el PP o el PSOE hicieran lo mismo después de haber pasado el tiempo para el que fueron elegidos y no un par de días, no, si no nada menos que toda una legislatura. Me estoy refiriendo al «Consejo General del Poder Judicial que es un órgano constitucional colegiado, autónomo, integrado por jueces y otros juristas que ejercen funciones de gobierno del poder judicial con la finalidad de garantizar la independencia de los jueces en el ejercicio de la función judicial frente a todos». Su tardanza me trae a la memoria el Cónclave de Viterbo que duró dos años, nueve meses y dos días a pesar que para obligarles a tomar una decisión les redujeron a los convocados drásticamente la comida y aun así no eran capaces de ponerse de acuerdo en un candidato para nombrar al nuevo papa.

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Los poderes del estado en una democracia tan consolidada como la nuestra deben ejercer sus funciones a la perfección. ¿Cómo es posible que los partidos políticos tengan este asunto como lo tienen? Postura diríase indolente, perezosa, inactiva, omisa que tiene a la sufrida ciudadanía que se palpa y no alcanza a tocarse la camisa a pesar de haber más que agotado el tiempo para el que fueron elegidos. Me imagino que no habrán hecho dejación de sus importantes emolumentos, cuestión nada baladí. Por otra parte tampoco es de recibo que aquellos que lucen encajes y bolillos en sus puñetas, no sean los que dan ejemplo dimitiendo en el mismo instante en que el tiempo para el que fueron elegidos ha concluido. En cuanto a los políticos, ¿a qué viene lo de ponerse como se ponen a la hora de elegir a un determinado juez? El ordenamiento que rige su función, supongo que será el que nuestro código penal señala y si ello es así no me cuadra lo del juez conservador o el juez progresista porque lo que sí debería de mirarse con lupa es la honradez; (Quevedo dijo: «menos mal hacen los delincuentes que un mal juez»). En todo caso a mí se me hace que cuando el emérito era solo rey alcanzó a decir una frase lapidaria: «todos somos iguales ante la ley», dijo. No parece que tal sentencia alcance a los componentes del Consejo General del Poder Judicial, ni a los políticos que bloquean su funcionamiento. Fíjense que estas son las horas que no se me alcanza ver con claridad cuál puede ser el motivo real para que el PP y el PSOE no se pongan de acuerdo en algo que a mí se me antoja simple cual es nombrar los miembros del CGPJ salvo que detrás se escondan sospechas de inconfesables intereses, vecinos en el sentido más sutil de lo que en román paladino puede significar hechos tan punibles como puede ser tener la esperanza que ante juicios como los que le esperan al PP, salir de ellos lo mejor posible. En algo tiene que basar tan fuertes como misteriosos deseos a la hora de nombrar a un juez o un jurista determinado y no al primero que les hayan presentado. Los intereses políticos y sus aledaños procuran cuando pueden no dar «puntadas sin hilo». Los cardenales de la ciudad de Viterbo también se movían por intereses y ni siquiera dieron su brazo a torcer cuando les pusieron a dieta o les quitaron parte de la techumbre en la esperanza de que el ayuno o el frío les hiciera sacar la fumata blanca.