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Ante la magnitud de la crisis en el Reino Unido, agravada por el Brexit y la guerra de Ucrania, Liz Truss creyó que con una varita mágica bastaría para resolverlo. Propuso el mayor recorte de impuestos desde 1972, favoreciendo especialmente a las grandes fortunas. Los mercados financieros no se creyeron el cuento de hadas y seis semanas después de haber sido nombrada primera ministra, Truss, por la reina Isabel II, se ha visto obligada a mudarse del 10 de Downing Street.

La pensión de unos 130.000 euros que percibirá por su despido es, en realidad, barata para las arcas del tesoro, pues de haber continuado en su cargo la ruina de las finanzas británicas era más que una posibilidad.

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Hoy nos dicen que la ortodoxia actual para salir de la crisis es la propuesta por el viejo Keynes, es decir aumentar el gasto estatal para reactivar la economía, El Gobierno español se ha aplicado en esta idea en las cuentas estatales para 2023. En un contexto inflacionario, prevé subir los impuestos a los ricos y empresas, subir el sueldo a funcionarios y pensionistas, a estos según el porcentaje del alza del IPC y aumentar la deuda del Estado. Al fin y al cabo, es año electoral.

El riesgo del keynesianismo es caer también en otro tipo de pensamiento mágico: el de que ir aumentando la deuda indefinidamente no tiene consecuencias. Como en todo, existen unos límites.

¿Se acuerda alguien de los hombres de negro?