TW

Les juro, queridos lectores, que es muy cansino ir desmintiendo bulos todo el día. Los fabricantes de noticias fakes, los pinochos profesionales cada vez son más y van puestos de cafeína, y otras «inas», hasta las orejas. Hay gente con sangre azul que tiene un chaval violento y pendenciero y lo soluciona mandándolo al desierto con su abuelo, eso sí, en jaimas árabes de lujo que tienen wifi a tope, el mueble bar lleno, y algún burdel cerca para ejercer de macho alfa casposo, que es lo que les pone de verdad. Pero siempre habrá algún mentirosillo rastrero que publicará que el chavalote es un dechado de virtudes y se ha ido a trabajar cerca del abuelo para ayudarle a ponerse las pantuflas, pues eso, que ni ética ni vergüenza, todo principio aplastado bajo el poder de don dinero.

Si nos tragamos que existen las «freidoras» de aire y las compramos hasta agotarlas, cuando realmente son hornos de aire muy caliente con un ventilador, porque nos creemos que así podremos «freír» de forma sana los dos kilitos de patatas que acompañarán a nuestra hamburguesa vegetal regada con kétchup para que sepa a algo, cómo no nos vamos a tragar todo lo que nos echen encima y más. Me juego caña y pincho de tortilla que, a no mucho tardar, las «freidoras» de aire acabarán en el trastero entre la licuadora y la bicicleta estática que siempre se usó de perchero.

A ver, que lo entiendo, que no me sorprendo por ver carros de supermercado donde comparten espacio diez pizzas barbacoa congeladas con un bote de espirulinas para adelgazar, que como ya hemos dicho «cienes y cienes» de veces, somos pura incoherencia, impulso y contradicción y no pasa nada. Cuando pasa es cuando nos creemos la publicidad engañosa y nos pensamos que estamos comiendo sano y en realidad nos estamos metiendo unas mierdas increíbles amigas de los tumores y demás patologías.

Noticias relacionadas

Pues lo mismito que aplicamos a la alimentación y demás bienes de consumo (qué expresión más despojada de humanidad) lo podemos aplicar al consumo de ideas, al consumo de ese pensamiento único con el que nos bombardean, a esa machacona insistencia con la que nos golpean para que anulemos por completo nuestro pensamiento crítico, nuestra necesidad vital de mandar a la mierda al poder y a todos aquellos que trabajan para él. Están a unos milímetros de que nos creamos todos, todas y todes que este es el único sistema posible y que dentro de él o monetizas por absolutamente todo, incluido el dolor humano y las miserias más extremas, o eres un pringado nivel máximo, fin de la discusión.

Nos dicen que ya no somos ciudadanos, que ahora somos consumidores. Nos dicen que la solidaridad en general es una pérdida de tiempo y solo sirve para limpiar imagen corporativa y vender más. Nos dicen que gastar dinero público en limar diferencias entre ricos y pobres es una aberración de mercado, que lo suyo es la caridad. Nos dicen que lo de la «lucha de clases» suena a pleistoceno, que ahora hablamos de triunfadores o de losers sin punto medio. Nos dicen que revolverte contra el sistema es tirar el tiempo, que lo que necesitas es un coach que te diga que tú puedes. Nos meten tanto ruido para despistarnos y volvernos locos que no nos dejan tiempo para hablar entre nosotros y así nos va.

Y hoy apetece acabar con una cita, vamos con don Bertrand Rusell, filósofo pacifista al que se le atribuye la frase: «lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar». Solo podemos añadir, rico lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com