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1-II-23 miércoles

Comienza el mes más desagradable del calendario, y, para contradecirme lo hace con un sol rutilante después de unos días gélidos, pero no durará si pretende mantener su prestigio como azote climático: frío polar y desolación en las calles, agravados por la paulatina pero inexorable conversión de febrero en el mes de las vacaciones para tiendas y restaurantes y en una carrera de obstáculos para los osados aventureros que desafían a los elementos y se lanzan a la calle en una infructuosa búsqueda del aperitivo perdido. Es la muy menorquina cuesta de febrero.

2-II-23 jueves

Los tertulianos matutinos se rasgan hoy las vestiduras por lo que parece un desplante del rey de Marruecos a nuestro presidente felón; las cifras del paro no son buenas ni malas sino todo lo contrario;    el exministro Salvador Illa echa la nansa en Cataluña y pesca unos presupuestos que pueden empezar a romper la política de bloques en el principat. Ojalá.

Mientras tanto, en    Menorca se abre camino la ley biosférica que en teoría permitirá regular los excesos turísticos, aunque    depende del color del cristal    con que se mire. No faltan quienes denuncian un «modelo totalitario» frente a la sacrosanta libertad de mercado, hormigón,    cañas y tapeo… Ante tamaño guirigay, me voy al rincón de pensar.

3-II-23 viernes

Antonio Caño, exdirector del diario «El País» nos alerta en la Fundación Rubió del precario estado de salud del periodismo clásico, directamente un zombi en el caso de la prensa de papel, y lo relaciona con la fragilidad de la democracia, puesta de manifiesto en EE.UU. con el trumpismo,    en Brasil con el bolsonarismo, en Hungría con Orbàn… Periodismo y democracia están en la UCI, según el periodista.

En cuanto a las relaciones entre periodismo y poder económico, señala Antonio Caño que, tras el advenimiento de las redes sociales, las élites económicas han perdido interés en colonizar los contenidos de los periódicos, cada día menos influyentes en la opinión pública. Y nos previene también de una nueva lacra: cada vez es más difícil no ofender a nadie. De ahí la epidemia de «cancelaciones» (censura, al fin y al cabo).

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Una tan excelente como deprimente conferencia en la que no se tocó el convulso período de su presencia en la dirección de «El País», en el que fueron fulminados articulistas tan acreditados como John Carlin o Joan B. Culla (yo mismo desaparecí de sus páginas en aquellos procelosos tiempos después de varios años de colaboración), por exponer una visión distinta del asuntillo del procés…

4-II-23 sábado

De nuevo en el rincón de pensar. Veamos:

¿Son totalitarias todas las regulaciones?    Barrunto que no, y me da la impresión de que el mundo se ha dado cuenta de ello con la pandemia y ahora con la guerra. La utopía neoliberal del estado mínimo y beneficios empresariales máximos que    se iniciara con Thatcher y Reagan zozobró con la crisis financiera de 2008 y ha naufragado (¿definitivamente?) con la pandemia y ahora con la guerra de Ucrania. Mucha gente se ha dado cuenta de la necesidad de una cierta    regulación del Mercado en el seno de unos estados democráticos con instituciones sólidas y transparentes. También hemos aprendido que Europa no es el problema sino la solución,    y que es imperioso hacer frente a los desmanes de los neopopulismos y proteger a los ciudadanos más vulnerables suavizando los efectos de una desigualdad galopante.

Item más: ¿Es razonable que los grandes bancos y corporaciones contribuyan    a paliar los efectos de guerras y pandemias?, ¿acaso no son manifiestamente obscenos sus beneficios empresariales? ¿Estamos hablando de bolivarianismo o de una mínima justicia social? Y más madera: ¿Es posible promover una chapuza como la ley del solo sí es sí o una temeridad    como la ley trans sin morir en el empeño? ¿Será verdad lo de las siete vidas políticas de Pedro Sánchez?

7-II-23 martes

«El horror, el horror» descrito por Joseph Conrad en «El corazón de las tinieblas» es la expresión que me viene a la cabeza cuando observo las imágenes de la catástrofe sirio-turca. Pero entre la infinita desolación emerge la solidaridad y el milagro. Ese nacimiento bajo los escombros, ese agonístico esfuerzo de los voluntarios de todo el mundo, nos revelan lo mejor de la condición humana.