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Procastinar es una palabra que hemos heredado del inglés. Aceptada recientemente por la Real Academia, significa dejar las cosas para más tarde, aplazarlas.

Cuando trabajamos o tenemos un proyecto en marcha, procastinar es nuestro gran enemigo, Sin embargo, cuando disponemos de todo el tiempo del mundo y pocas obligaciones, pasa a convertirse en un arte. Participa un poco de la filosofía menorquina del poc a poc, que continúa resistiendo frente al imperio de la prisa que mueve a la mayor parte del mundo desarrollado.

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Se trata de una adaptación local del adagio clásico Festina lente (apresúrate despacio) que se atribuye al emperador Augusto. Junto al dolce far niente italiano, es una de las grandes aportaciones mediterráneas al mundo. Tanto que ahora se empiezan a divulgar las virtudes de hacer una pausa. Por ejemplo, el periodista y escritor británico Oliver Burkeman, autor de «Gestión del tiempo para mortales», sostiene que «realmente es sorprendente la de beneficios que puede tener no hacer nada durante unos minutos al día».

La idea de las bondades del recreo mental está abriéndose paso también en el mundo de la empresa y no solo en Silicon Valley. Tanto es así que algunos empresarios empiezan a valorar a los trabajadores que se ofrecen tras un año sabático. Igualmente, la semana laboral de cuatro días parece funcionar bien en determinados ámbitos.

De hecho, esta columnita, aquí presente, es toda una muestra de procastinación. Tuve la idea, a finales del año 2020, la empecé a escribir en diciembre de 2021 y la acabo hoy, 18 de marzo de 2023, con mucha pena porque solo me restan catorce días para procastinar hasta la próxima cita con «Es Diari».