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Los padres estamos de enhorabuena. Aunque la celebración del día del padre tenga su vertiente comercial, desde el punto de vista de la sociedad sería un buen momento para reflexionar sobre la paternidad y sus beneficios. Es inseparable de la maternidad y, en su día, podemos centrar el foco en los cambios que se están produciendo respecto a ellas. Ya sabemos que todo está cambiando vertiginosamente, incluyendo la sustitución de la democracia liberal por algo que no sabemos qué es. Leo en la prensa que los hombres podrían quedarse embarazados en 10 años. Un japonés lo ha conseguido con dos ratones. Y para muchos, lo que es posible científicamente, está bien. Las barreras éticas son cada vez más débiles y quebradizas. Las trabas son consideradas prejuicios que se oponen al progreso. Progreso que todo lo justifica. Como dijo la cantante Lola Índigo: «Ahora que tengo lo que siempre he querido, no puedo tener lo que siempre he tenido» Estamos consiguiendo tanto y tan aprisa que deberíamos pensar en lo que vamos perdiendo. La crisis demográfica nos afecta a todos los niveles. Hay una paternidad responsable y otra que no. En este último caso, las consecuencias las sufren no solo los hijos, sino la sociedad en su conjunto.

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Creo que la paternidad, cuando es fruto del amor, es una forma de felicidad. Y en la definición de felicidad coincido con Saint Exupery, cuando dijo que es mejor entenderla como recompensa que como fin.