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El Boletín provincial, ahora el BOIB, publica hoy las listas que compiten por hacerse con el poder municipal, insular y autonómico de los próximos años. Sin contar los repetidos, todos aquellos que aparecen en más de una lista, hay medio millar de personas que han comprometido su palabra para servir a sus ciudadanos (y ciudadanas, que dirían Pedro y sus acólitos).

Son los 500 campeones que salen a la carrera, algunos en muy malas condiciones parten ya como perdedores. Son los que más mérito tienen, los que no se han acobardado a pesar de tener pocas posibilidades, más que crítica merecen admiración por dar la cara. En los ayuntamientos se gana poco, salvo disgustos con los vecinos, y en un contexto de desafección de la política es más fácil quedarse en casa.

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Algunos partidos o agrupaciones de electores han tenido que echar mano de la familia para completar candidaturas y hacer de relleno en más de una lista. En unas elecciones hay sitio para todos, también para el ridículo, si no tienes una marca con credibilidad y personas de confianza.       

La experiencia de cuatro décadas, diez elecciones locales ya, muestra una pobre participación cuando se trata de elegir a nuestros munícipes, muy inferior siempre a las elecciones generales. Hace cuatro años solo en Es Migjorn se superó el 70 por ciento de participación y solo en Alaior y Ferreries votó más del 60. En el resto, apenas la mitad del censo se acercó a las urnas.     

Las elecciones al Consell y al Parlament están en otra dimensión, son instituciones en las que los elegidos tocan poder y muchos de ellos van a ganar más que en su actividad profesional. En el segundo caso, ejercen en Palma, no tienen que dar explicaciones y, en el peor de los casos, calentando escaño en la oposición están muy bien retribuidos. Es harina de otro costal, pero también los necesitamos, alguien tiene que gobernar, mejorando lo presente.