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Pere Pons, el pintor menorquín, nació en Alaior, en Menorca, el año 1949. Artista nato, ha dibujado desde siempre, y es un maestro del grabado. Ha participado en muchísimas exposiciones colectivas internacionales y ha realizado cuarenta exposiciones de pintura, dibujo y grabado. Ha viajado y vivido en diferentes partes del mundo, aunque actualmente vive en su Menorca natal. Decir «su» Menorca es mucho decir, porque la preocupación social que ha mostrado en su obra seguramente no le permite apropiarse más que de su propio arte. Fundador con Ángel Ramazzi del taller de grabado Xalubinia viene realizando una intensa labor pedagógica. Ha merecido premios en Europa y América, ha impartido cursos de grabado en varias ciudades españolas y también italianas. Ha publicado libros de artista, ha colaborado con la Unesco y su obra está presente en numerosas colecciones públicas y privadas. Explica que la luz es la protagonista de sus obras y que al principio le influyeron los impresionistas franceses. Ha ideado una técnica de grabado a todo color que explica en el libro «Del Hierro al Color». Estos días expone en la galería Pinzellades d’Art, de Alaior, hasta el 26 de mayo. En la exposición se pueden ver cuadros de diferentes épocas que ilustran esta declaración personal sobre su arte.

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Puestos a ver, a mí me parece detectar en su obra una cierta influencia del surrealismo, o de la magia, si se quiere, y también de la literatura, en el sentido de explicar historias pintando. Desde luego también se echa de ver su personalidad equilibrada, su preocupación social, su sensibilidad hacia los sentimientos humanos. También se nota su habilidad. Y su gusto por la belleza. Sus cuadros no son en ningún momento desagradables, sino todo lo contrario. Evocan lo hermoso, lo sereno, son imágenes plásticas atractivas. Ante ellos un no dice, «¡qué raro!», como ante algunos cuadros surrealistas, sino qué hermoso –«Que polit!». No tan solo tiene mano de artista, sino mente de artista. Puede proyectar su imaginación en las imágenes plásticas que traza con la mano. Supongo que eso le convierte en un artista verdadero, auténtico, integral. Acaso una voz clamando en el desierto de Menorca. Yo siempre le he visto con la misma entereza, el mismo sosiego, seguro de sí mismo y lleno de personalidad. Tal vez me equivoque, pero esa es la sensación que me transfiere su presencia, esa es la imagen, que no sé a cuántas palabras equivale. Nada menos que todo un hombre, todo un artista.